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Por donde yo me inclino á sospechar que en toda la América, dominada por España durante los sigos XVI y XVII, no hizo la Inquisición tantas víctimas, contando judíos, mahometanos, y herejes relapsos y hechiceros de todo linaje, como las víctimas que por sólo el delito de brujería fueron sacrificadas en los Estados Unidos cuando aún eran colonias. Otra de las razones que tiene el Sr.

Trabajar sin descanso hasta conseguir la vuelta del hijo pródigo, hasta destruir este foco de impiedad que podía contagiar los corazones sanos de Peñascosa, hasta remover aquella piedra de escándalo. Quedó decidido en su pensamiento que volvería de nuevo a la carga. Pero esta vez iría mejor apercibido; conocería perfectamente todos los argumentos de los herejes y llevaría preparada la réplica.

Nosotros navegábamos confiados, porque ni de perros herejes moros se teme la traición, cuantimás de un inglés que es civil y al modo de cristiano. Pero no: el que ataca a traición no es cristiano, sino un salteador de caminos.

La anciana sirviente repuso atontecida: Niña, Dios no tiene la cara fea ni la ropa sucia.... ¿qué disparates cuentas? Y, levantándose, fuese a mirar la imagen sostenida en la rinconera. ¡Ave María! murmuró : vaya un santo...; ¡si parece un «enemigo»!... ¿Y qué sombra le puso así? La de Julio.... ¡Válgame Cristo! vives entre herejes.... ¿Y cuándo dices que fué eso, hijuca? Una noche....

Gánanse los ducados con ducados, las plazas de Francia con sus propias pistolas, ¡y juro por San Andrés!, que antes que hacer cuartos a los herejes holgárame hacer cuartos de mis ochavos. Ingenioso lenguaje exclamó Ramiro.

Dios, que envía los peligros al hombre de mar, sabe que sus malas palabras carecen de malicia. Su religiosidad se extendía á las profundidades. Nada quería decir de los peces del Océano. Le inspiraban la misma indiferencia que aquellos buques fríos y sin perfume que ignoraban el aceite y todo lo guisaban con «pomada». Debían ser herejes.

La libertad de cultos, dicen los impíos, traerá capitales extranjeros, porque vendrán familias de herejes, ¡que maldita la falta que hacen! ¿Pues sabéis a lo que vendrán? a llevarse vuestro dinero, a poner fábricas en las casas que ahora se están robando a las pobres monjitas. Esta es la libertad de cultos.

La cultura moral depende, también, del ejercicio de la generosidad, el amor, la simpatía, la benevolencia, la ecuanimidad, la dulzura, la consideración para los padecimientos de los otros; que hacen el cultivo de las células o de las conexiones correspondientes en los órganos respectivos, y en la propagación del Evangelio por el sable, sin lástima para los sufrimientos de los herejes, los españoles la perdieron también para los de los fieles, y así nació la famosa crueldad, que conocieron y aprendieron los Países Bajos, la Italia y la América en ocasión de la conquista, la colonización y la emancipación.

Tales máquinas de atrocidad fueron el expediente punitivo normal en un mundo en que los sacerdotes enseñaban la crueldad por el ejemplo. Ellos presidían o asistían cuando los herejes eran atormentados o quemados vivos; y toda su concepción de la moral estaba encaminada a tales métodos.

En ciertos momentos, cuando se hallaba bajo el peso de algún nuevo agravio, volaba su imaginación en alas de la cólera y se complacía en ir estudiando detenidamente todos los tormentos de que había oído hablar, los que empleaba la Inquisición con los herejes y los Emperadores romanos con los cristianos, y todos ellos se los aplicaba con fruición a su madrastra.