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Actualizado: 2 de junio de 2025
Que se las comerán las monjitas golosas y los demás asilados, como los otros años, en este mismo día.
La libertad de cultos, dicen los impíos, traerá capitales extranjeros, porque vendrán familias de herejes, ¡que maldita la falta que hacen! ¿Pues sabéis a lo que vendrán? a llevarse vuestro dinero, a poner fábricas en las casas que ahora se están robando a las pobres monjitas. Esta es la libertad de cultos.
Ya lo he dicho: gazmoñerías de las españolas, por lo general mujeres nerviosas, muy extremadas en sus pasiones, y dispuestas siempre a confundir en un mismo sentimiento la voluptuosidad y el misticismo. Cuidado con las monjitas de quince años, que reniegan del siglo y juran que han de morir de viejas en el claustro.
La Revolución, que había hecho jurar a los sacerdotes una Constitución sacrílega, y que ciñó la corona de San Fernando a un hijo del carcelero del Papa, parecía lanzada a nuevos y execrables excesos; los gobiernos que se sucedían en Madrid estaban compuestos de enemigos de la Iglesia; de algunos de los ministros se dijo que eran protestantes, y se añadía que en la corte se fraguaba una conspiración para suprimir el sueldo a los párrocos y arrojar de sus conventos a las pobres monjitas que escaparon a la persecución del año 68.
¡Qué hermana! volvieron a exclamar algunas monjitas . ¡Qué gracia tiene! ¡Pues no dice que se ha casado!... ¡Lo que no se le ocurre a ella!... ¡Qué! ¿No quieren vuestras caridades creerlo? Las caridades siguieron riendo, arrojándome miradas penetrantes y maliciosas. ¡Pues ahora mismito se van ustedes a convenser! exclamó mi esposa con arranque.
¡Ta, ta, ta, ta! dijo en voz alta sin pensar que estaba en la iglesia . Hija mía, las esposas de Jesús no se hacen de tu maderita. Haz feliz a un cristiano, que bien puedes, y déjate de vocaciones improvisadas. La culpa la tiene el romanticismo con sus dramas escandalosos de monjitas que se escapan en brazos de trovadores con plumero y capitanes de forajidos.
Y echándome al mismo tiempo los brazos al cuello, comenzó a darme sonoros besos en las mejillas, diciendo: Rico mío. ¿No es verdá que eres mi mariíto? ¿No es verdá que soy tu mujersita? ¿No es verdá que estamos casaos? ¡Di, corasón! ¡Di, vidita! Mientras trataba, avergonzado, de huir sus caricias, oí exclamaciones de reprobación y vi que las monjitas escapaban asustadas hacia la puerta.
Las hay en todos los templos, y con pitos, sonajas y música de cuerda... mas no para los colegiales sujetos a rigoroso reglamente, condenados a perenne clausura, como si fueran monjitas capuchinas. En el oratorio había misa, pero muy silenciosa y triste. La oíamos soñolientos y desesperados, tiritando de frío.
Siempre he mirado mal a las monjas. Déjela, señor dijo la jardinera . Nada tiene de extraño que le guste la iglesia. Del modo como vive, no puede tener otras aficiones. Por hoy, nada temo. Estoy a su lado, y nada me importa que guste del trato con monjitas.
Una doncella había recogido olvidado sobre su cama, un horrible cinturón de esparto, un cilicio de los más sencillos que fabricaban ciertas monjitas de Begoña.
Palabra del Dia
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