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Con la marcha del estudiante acababan en casa de los Luna las veladas, en las que el campanero, el pertiguero, los sacristanes y demás empleados del templo escuchaban la voz clara y bien acentuada de Gabriel, que les leía como un ángel, unas veces las vidas de los santos, otras los periódicos católicos que llegaban de Madrid, y en ciertas noches un Quijote con tapas de pergamino y ortografía anticuada, venerable ejemplar que había pasado en la familia de generación en generación.

Tampoco me sería lícito, ni conveniente, la reproducción de ciertas interjecciones indispensables para el colorido, ni podrían pasar muchas comparaciones, llenas, por otra parte, de gracia y de verdad. Suplan, pues, esta omisión con su propia memoria aquellos de mis lectores que conocieron el tipo, y los que no, perdónenmela en gracia del motivo que me obliga á incurrir en ella.

Anita, que estaba en la obscuridad, sintió fuego en las mejillas y por la primera vez, desde que le trataba, vio en el Magistral un hombre, un hombre hermoso, fuerte; que tenía fama entre ciertas gentes mal pensadas de enamorado y atrevido. En el silencio que siguió a las palabras del Provisor, se oyó la respiración agitada de su amiga.

La manzanilla solo juega en el tratamiento de las afecciones de los órganos torácicos, á título de paliativo, de una irritabilidad y de una astenia nerviosa característica; por ejemplo en ciertas coqueluches y toses por irritacion.

Otras veces se comete este sofisma por soberbia y precipitacion, porque muy raras veces quieren los hombres confesar que ignoran una cosa, y esto los precipita á señalar ciertas causas de algunos efectos antes de exâminarlas, y tal vez sin advertencia ninguna.

Decia este Filósofo, que quando el Hacedor de todas las cosas hizo este mundo visible, miraba como originales á quienes se adaptaba ciertas formas exteriores, inmateriales, insensibles, eternas, que le servian de exemplar, y á estas llamaba ideas.

Como la historia de Isaacs, ésta también según nos dice el autor en el prólogo fué «más vivida que imaginada». Alterando apenas ciertas fechas y ciertos nombres, nos relata una aventura propia. ¿Pueden acaso, las ajenas, contarse bien? Delgado no lo cree.

A lo que maese Pedro, sin responder palabra, volvió a traer el mono, y, puesto delante de don Quijote y de Sancho, dijo: -Mirad, señor mono, que este caballero quiere saber si ciertas cosas que le pasaron en una cueva llamada de Montesinos, si fueron falsas o verdaderas.

Este hombre, en el conjunto, podía llamarse buen mozo, uno de esos Rolandos lo más á propósito para volver el seso á ciertas mujeres que pertenecían á cierta clase media, despreciadoras de gente menuda, que no podían aspirar á los amores de los caballeros de alto estado, y que se contentaban y aun se daban por dichosas con los amores de hidalgos del porte y talante del sargento mayor don Juan de Guzmán, que era el hombre que hemos descrito, que se paseaba en el profanado dormitorio de Francisco Montiño y que hablaba por monosílabos con su mujer.

El Duque contaba con su voz cascada y aquella sonrisa de hastío y superioridad que no se le caía de los labios casi nunca, multitud de aventuras galantes, devaneos y obscenidades que hacía pasar, diciendo previamente: «Usted ya está casada y se le pueden contar ciertas cosasEn pocos días desplegó como en un gran telón ante los ojos pasmados de la joven, el mundo cortesano que tanto ansiaba ella conocer, la vida íntima, secreta, de aquellos jóvenes pálidos, de bigotes retorcidos, que veía pasar en la Castellana guiando lujosos trenes, de aquellas lindas y orgullosas damas, que ostentaban en su carruaje timbre ducal y apenas se dignaban dejar caer sobre ella una mirada indiferente y desdeñosa.