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Sus huesos se pulverizaban revueltos con los de los sacristanes y antiguos vecinos del barrio; pero era indiscutible que allí habían dado tierra a su cadáver, y esto bastaba para Fernando. Y desconociendo la personalidad del convento y de sus habitantes femeninos, la campana de las pobres monjas era siempre para los dos amantes «la campana de don Miguel».

Para los canónigos, es griego puro todo lo que duerme en los archivos de música, y nosotros los artistas eclesiásticos formamos raza aparte, estamos, cuando más, un peldaño por encima de los sacristanes. El maestro, el organista, el tenor, el contralto y el bajo formamos la capilla.

Hoy se tiene horror a lo que es rico y vistoso; los señores visten como los criados; todos van de obscuro, como sacristanes; el chaleco, que es la prenda que da majestad a la persona y pregona su clase, es de la misma tela que los pantalones; ya no se ostenta sobre el vientre el terciopelo floreado, aquellas rayas de cien colores que tanto golpe daban en mi juventud, y hasta los labradores se encajan la blusa y el hongo, como asistentes, y se ríen cuando sacan del fondo del arca el chupetín de raso de sus abuelos, la faja de seda y el pañuelo de flores, que tanto lucían en los bailes de la huerta.... ¿Y las mujeres?

Despues, pero mucho despues, al caer la tarde, un anciano vino de un barrio y estuvo llamando á la puerta del convento, cerrada y guardada por sacristanes. El viejo llamaba con los puños, con la cabeza, lanzando gritos ahogados, inarticulados como los de un mudo, hasta que fué echado á palos y á empujones.

Lo cual visto por Preciosa dijo: Todas las cruces, en cuanto cruces, son buenas; pero las de plata o de oro son mejores; y el señalar la cruz en la palma de la mano con moneda de cobre sepan vuesas mercedes que menoscaba la buenaventura, a lo menos, la mía; y así, tengo afición a hacer la cruz primera con algún escudo de oro, o con algún real de a ocho, o, por lo menos, de a cuatro; que soy como los sacristanes: que cuando hay buena ofrenda, se regocijan.

Además de estos muchachos hay alrededor del altar dos o más indios sacristanes, pero sin ninguna vestidura eclesiástica, pero aseados; éstos están allí para correr los velos, poner fuego en los incensarios, arrimar o poner sillas y otras ocupaciones semejantes.

Y, por acabar, llegué al postrer capítulo, que decía así: «Pero advirtiendo con ojos de piedad a que hay tres géneros de gentes en la república tan sumamente miserables que no pueden vivir sin los tales poetas, como son farsantes, ciegos y sacristanes, mandamos que pueda haber algunos oficiales públicos de esta arte, con tal que puedan tener carta de examen de los caciques de los poetas que fueren en aquellas partes, limitando a los poetas de farsantes que no acaben los entremeses con palos ni diablos, ni las comedias en casamientos, ni hagan las trazas con papeles o cintas, y a los de ciegos, que no sucedan en Tetuán los casos, desterrándoles estos vocablos: cristián, amada, humanal y pundonores; y mandándoles que, para decir la presente obra, no digan zozobra, y a los de sacristanes, que no hagan los villancicos con Gil ni Pascual, que no jueguen del vocablo, ni hagan los pensamientos de tornillo, que mudándoles el nombre, se vuelvan a cada fiesta.

, y con media docena como esta pronto quedaba la Nación limpia de sacristanes.... Ya saben ustedes que salí con la columna de Bassa a perseguir la partida de aguiluchos que se levantó en Villaverde mandada por el traidor coronel Campos.... Al principio nos daba que hacer... que por aquí, que por allá.... Total, señores, en Alares a cinco leguas de Navahermosa les sorprendimos rezando el rosario, les copamos... no se escapó uno para simiente de monaguillos.

Algunos de éstos se hacían lenguas de la gran ilustración de los «sacristanes» de Toledo, elogio que acogía don Antolín como si fuese dedicado por entero a su persona. Gabriel se alarmaba más que el Vara de plata del efecto de sus palabras. Sentíase arrepentido del momento en que habló por primera vez de su pasado y sus ideales.

Aunque en las ordenanzas se previene que para el servicio de la iglesia se destine un sacristán y tres cantores, lo que se practica es que en estos ministerios se ocupan dos sacristanes mayores con otros tres o cuatro menores y diez o doce muchachos para acólitos, con más una infinidad de músicos, que, aunque estos últimos no dejan de ocuparse en otras cosas, siempre es preciso tener algunos a mano para lo que se ofrezca; y no estando prontos, o pareciéndole al cura pocos los que acuden, ya hay riña sobre que se tira a arruinar el culto divino.