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Quería a Leonora con el cariño del inválido por el recluta que entra en filas. Todos los días el doctor Moreno iba a un café de la Galería, donde encontraba una tertulia de viejos músicos que habían peleado a las órdenes de Garibaldi, y jóvenes que escribían libretos para la escena y artículos en los periódicos republicanos y socialistas.

Era signo de distinción y de buen gusto dejarse robar por la eminencia; se congregaba para cruzar sonrisas y saludos lo mejorcito de Valencia, y las dos niñas pasaban el día siguiente hablando con entusiasmo del do de pecho del tenor y de los vestidos escotados de las del palco 7; de los diamantes de la tiple y de la facha ridícula del director de orquesta, un tío melenudo, con gafas de oro, que en los momentos difíciles braceaba como un loco, se levantaba del sillón y parecía querer pegarles a los músicos, a los artistas y hasta al público.

Todo esto del amor sin trabas ni leyes, del amor que se hurta de la sociedad y sus costumbres, bastándose a si mismo y, despreciando el que dirán, eran mentiras de poetas, músicos y danzantes, gente perdida y loca como aquella mujer que le arrebataba lejos, muy lejos, rompiendo para siempre sus lazos con la familia y con su país. El viejo parecía animarse con el silencio de Rafael.

Repicaron las campanas y sonaron los instrumentos músicos en demostracion del general regocijo, y se tributaron á Dios las debidas gracias. Murió el celoso obispo con el consuelo de ver asegurada la conclusion de la grande obra, si bien no alcanzó á verla decorada y en disposicion de poderse celebrar en ella el culto.

Luego de renunciar al título de archiduque, para llamarse simplemente Juan Ort, corría los mares en un lujoso yate, acompañado de hermosas mujeres y de músicos. Un día circulaba la noticia de que el buque se había perdido, con todos sus tripulantes, en el cabo de Hornos, al pasar de una costa á otra de la América del Sur.

Los músicos tocaban con más fuerza, pero las parejas se iban retirando. Las atlotas abandonaban a los mozos para ir a confundirse en el grupo de mujeres. ¡Buenas tardes, señores!... A este saludo del guardia más antiguo contestó el tamboril callando en seco y dejando sola a la flauta.

Hizo un gesto a los músicos, y éstos, incapaces de desobedecer en nada a la autoridad, acometieron una música más viva y endiabladamente alegre que la de antes. ¡Pero como si tocasen a muerto!... Todos permanecían inmóviles y enfurruñados, pensando cómo podría acabar esta inesperada presentación.

No se podía caminar por el buque sin recibir empellones de la gente, golpes de sillas cambiadas de lugar, o enredarse los pies en los montones de telas. Fernando se refugió en el final del paseo que daba sobre la proa, acodándose en la barandilla, junto al bombo y los instrumentos de cobre abandonados por los músicos.

Los valientes caballeros que de esto se encargaron hicieron prodigios apenas creíbles. En aquel trance murieron más de cincuenta portugueses, no pocos de ilustre familia y entre ellos el mismo Jorge Brito capitán de la hueste, y los cinco músicos que siempre llevaban consigo, Porque gustaba en extremo de que le exaltasen y animasen en el combate cantando y tocando instrumentos sonoros.

Si alguno de los molidos músicos de la cencerrada se atreviese a asomar la cabeza y mirar hacia las ventanas del cacique, vería que, por fanfarronada o por descuido, no estaban cerradas las maderas, y podría distinguir, al través de los visillos y destacándose sobre el fondo de la habitación alumbrada por el quinqué, las cabezas del abogado y de su feroz defensor y seide.