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El ministro hizo aquí alto, aunque la música continuaba tocando la majestuosa y animada marcha al compás de la cual la procesión iba desfilando. ¡Adelante! le decía la música, ¡adelante, al banquete! Pero el ministro se quedó allí como si estuviera clavado.

Con frecuencia se le veía barriendo el piso de la iglesia de los Desamparados, tocando en ella el órgano, y haciendo el oficio de cantar en la solemne misa dominical, dándosele tres pepinillos de las murmuraciones de la nobleza, que juzgaba tales actos indignos de un grande de España.

Un día, en que a ella se le antojó que tenía una inflamación del hígado... en el bazo, fue en busca de su esposo y le encontró en su alcoba tocando la flauta. Su indignación no encontró palabras; allí no había elocuencia posible, a no ser la del silencio... y la de los hechos. «Ella muriendo de un ataque al hígado y él... ¡tocando la flauta!». Aquello merecía testigos, y los tuvo.

Fué preciso poner término a esos amores que no eran del agrado de mi papá; pero le confieso a usted, Rodolfo, que le quise mucho, ¡mucho!... Se parece usted mucho a él. Cualquiera que los viese juntos diría que son hermanos. Una vez, acaso no lo recuerde usted, estaba yo tocando, pasó usted y se detuvo en la ventana.

Obedeció la señorita, y durante una hora, hasta las once, estuvo tocando cuanto sabía que era del agrado de su padre. Me puse a leer los periódicos; pero ni oía yo la música ni me enteraba yo de las noticias. Mi pensamiento, y mi alma estaban en otra parte. Me sentía yo satisfecho de .

Pues a pesar de tanta fama, la fuerza del tiempo, el desgaste de la admiración, habían echado sobre la celebridad de don Romualdo una capa espesa de indiferencia pública; bien conocía él que sus paisanos, sin poner un momento en duda su grandeza, se habían cansado de admirarle; sobrellevaba estas contrariedades ineludibles con una melancolía filosófica y taciturna; seguía tocando con el esmero de siempre, aunque ya en vano.

La luna sale, parece algo así como un plato de oro, enredado entre las ramas de los sauces; después sube, se pone arriba del árbol, tocando todavía las últimas hojas, y en la corriente del riacho se forma una claridad como si cayera oro en la corriente. comprenderás qué divino era aquello con la serenidad de la noche, para dos enamorados como ellos.

Esta pandereta, con la chula tocando la guitarra, para miss Newton. Si ella viera los originales, ¡qué desilusión!

Nos sentamos en el ángulo de la izquierda, casi tocando la ventana que da vistas al paseo del Palacio Real. Dirigimos una mirada diplomática á los paseantes, á las glorietas, á las flores, á las fuentes, y en aquel momento nos creiamos duques ó grandes de España. ¡Sólo que el bolsillo estaba asustado!

Detrás del orimon, que no es ni más ni menos que una silla de manos conducida en hombros de cuatro fieles, y custodiada por una guardia de honor de cuadrilleros, va la música tocando la marcha real, y á continuación gran número de acompañantes con velas.