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Desde el día siguiente de su vuelta a la catedral había quitado la funda a la máquina, dedicándose al trabajo con tenacidad taciturna, como un medio de pasar inadvertida en las Claverías y que la gente la perdonase su pasado.

La nuez vómica le produce irascible y violento; la coca de Levante tiende á la grosería y á una concentracion taciturna en mismo; la pulsatila, por el contrario, le produce dulce, tímido, sensible hasta hacer llorar, etc.... Por otra parte, los caractéres del moral tienen tal importancia en la eleccion del medicamento, que á veces inclinan por solos la balanza en pró ó en contra de uno ó de otro, cuando los síntomas físicos son iguales para todos, ó, por el contrario, indican que debe recurrirse á otro.

Durante el trayecto, Gonzalo se mantuvo alegre y hablador, dando matraca a su cuñada, la cual estaba taciturna en demasía. El joven creía que el recuerdo de la fatal escena que narramos la atormentaba, y hacía vivos esfuerzos por distraerla. La sociedad del Liceo se hallaba establecida en la única ala sana de un viejo convento derruído.

La taciturna ciudad dentro del alto cerco almenado que suprimía todo horizonte; la adusta soberbia de los caserones, evocando nombres tantas veces pronunciados, con todo el entretejo de odios, de envidias, de imposturas; el andar rutinero y villano de la existencia comunal que cada minucia recordaba, y, en fin, tanta sordidez, tanta monotonía, saltáronle a los ojos haciéndole considerar la estrechura de cárcel que había bastado a su ardimiento.

¿Nos tienes miedo? le dijo Florentina dulcemente. No señora, miedo no balbució la Nela . Usted es muy buena. El Sr. D. Teodoro también. ¿No estás contenta aquí? ¿Qué temes? Golfín le tomó una mano. Háblanos con franqueza le dijo ¿a cuál de los dos quieres más, a Florentina o a ? La Nela no contestó. Florentina y Golfín sonreían; pero ella guardaba una seriedad taciturna.

De las dos muchachas, Presentación revelaba al verme cierta alegría infantil, que ni aun la proximidad de su madre podía domar, y Asunción una tristeza, una decadencia, una languidez taciturna y sombría, señal propia de los muy místicos o muy apasionados.

Pero, amigo... creo que ama a otro. No me dejes, Jacobo, no me dejes; si tu pistola te molesta, tírala. Hace cosa de seis meses que la veo inquieta y triste, y como nerviosa y taciturna. Y a veces, la he sorprendido mirándome tímida y compasiva. Se comunica con alguien. He observado que ha recogido sus cosas... vestidos, dijes y joyas. Jacobo, yo creo que prepara una fuga.

Hasta entonces Elena había sido con él, si no extremadamente afectuosa, a lo menos complaciente, risueña, generosa, una querida agradable en suma y que le realzaba en la sociedad que frecuentaban. A última hora empezó a mostrarse fría, exigente, caprichosa y sobre todo a sentir una extraña melancolía que la tenía horas enteras taciturna, sin poder arrancarle ni una sonrisa ni una palabra.

Al soltar el embozo dejó ver su cuerpo, vestido con zamarreta peluda, estrechamente ajustada con cordones negros. Las patillas, las botas, la zamarreta, la aguileña y delgada nariz, los ojos de cuervo y la gravedad taciturna son rasgos suficientes a trazar sobre el lienzo o sobre el papel la inequívoca figura de Zumalacárregui.

Pero, he ahí que un estremecimiento agita el aire. Una onda, un movimiento se ha producido, allá abajo. Se diría que las torres se han bamboleado y se hunden, dulcemente, en la onda taciturna, como si las cimas hubieran producido un ligero vacío en el cielo brumoso. Entonces las ondas tienen una luz más roja, las horas transcurren sordas y lánguidas.