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Mientras conservase una bolsa que llevaba pendiente de su cinturón, no temía al hambre ni á la sed. En ella llevaba su provisión de coca, alimento maravilloso para los indígenas, porque da la insensibilidad de la parálisis y suspende el tormento de las necesidades, esparciendo á la vez por todo el organismo un alegre vigor.

Oyéronse pasos como de estatua colosal que anda, y entró la mocetona color de tierra, muy oronda con su vestido nuevo de merino azul ribeteado de negro terciopelo de tira, con el cual se asemejaba a la gigantona tradicional de la catedral de Santiago, llamada la Coca. A manera de pajarito posado en grueso tronco, venía la inocente criatura recostada en el magno seno que la nutría.

Levemente turbada, sin mirarle, Coca le repuso: Un amigo de Ignacio... Creemos que ahora está con él en el campamento de Mendoza, pues era de su mismo batallón... Viniendo en auxilio de su hermana, Laura agregó: Lo conocimos y tratamos mucho en casa de tía Viviana, a donde iba casi diariamente.

Sugestionándose por su propia charla, Coca se hizo, mientras hablaba, el cuidadoso aliño de una prometida para su primera entrevista con el novio. Laura tampoco se descuidó, no viendo gran peligro en las chanceras intenciones de Coca... Y así fue que todavía estaban riendo y proyectando, cuando sonó, a las siete en punto, un breve campanillazo.

Adolfo insistió, rebatiendo tan débiles argumentos... Y se hubiera llevado a la niña a Buenos-Aires, malgrado, buen grado, a no apoyarla Laura en su negativa... Es que los ojos maternales de Laura habían comprendido esa negativa. Coca quería quedarse en el Tandil porque le interesaba Vázquez. ¡Eso era todo!

Roger de Lauria y Conrado Lanza habían venido de la Italia aragonesa á formarse como hombres de mar en la marina catalana. Génova y Venecia, enriquecidas por las Cruzadas y dueñas de numerosas factorías en Oriente, veían nacer con inquietud esta tercera potencia mediterránea. La coca catalana anclaba junto á sus naves en los puertos de Egipto, en la marina de Trebisonda, en el frío mar de Azof.

A la mañana siguiente Coca se puso muy temprano a la obra. Sin atender a las protestas de su hermana, que amanecía con dolor de cabeza, amasó y coció unos delicados pastelitos criollos. Y, escondiéndose de Laura, mandóselos en su nombre a don Mariano, «para que los probase, ya que había sido tan amable de elogiar en dos o tres ocasiones sus habilidades de repostera

Coca debería sentir hacia él viva y juvenil simpatía... ¿Por qué, sino por eso, le enviara su pequeño obsequio? ¿Por qué, sino por eso, ocultaba su nombre bajo el de su hermana, ruborizándose luego de su ingenuo subterfugio?...

No nos detendremos en Buenos-Aires; al día siguiente de que ustedes reciban esta carta, nos recibirán a nosotros en cuerpo y almaAnonadada, repetía Coca: ¡En cuerpo y alma!... ¿Quién lo creyera?... ¡En cuerpo y alma!... Laura explicó el caso como una mera casualidad. ¡Habría tantos Pérez en el ejército!... Coca pidió, ahora con más razón, que no se le dijera una palabra a Vázquez.

Jacinto repuso mansamente: Coca Itualde, la hermana menor de la familia, la más deliciosa criatura del Tandil... ¡Es inútil que usted lo niegue!... ¡Si todo el Tandil lo sabe!