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9 mas ahora, habiendo conocido a Dios, o más bien, siendo conocidos de Dios, ¿cómo os volvéis de nuevo a los débiles y pobres elementos, en los cuales queréis volver a servir? 10 Guardáis días, y meses, y tiempos, y años. 11 Temo por vosotros, que haya trabajado en vano en vosotros. 12 Hermanos, os ruego, sed como yo, porque yo soy como vosotros; ningún agravio me habéis hecho.

22 Soy hecho a los débiles como débil, por ganar a los débiles; a todos soy hecho todo, por hacer salvos a todos. 23 Y esto hago por causa del Evangelio, por hacerme juntamente participante de él. 24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio?

Venga usted con nosotros, Juan, voy a tocar una pieza de Mozart en el clavicordio de María Antonieta. Cerraremos la puerta para que las débiles notas del clavicordio no se oigan en el piso de arriba. El salón chico era precioso con su tapicería Luis XVI de muaré blanco rayado de azul pálido, sus muebles de vieja laca de coromandel y sus largos espejos colocados sobre delicadas consolas.

La desgracia eleva a las almas hermosas y no abate más que a los caracteres débiles. Conozco solteronas para quienes la vida ha sido muy dura, y son mujeres casi perfectas.

Aquella mirada quería decir «venciste, ahora , ahora me ha llegado a las entrañas el veneno». De Pas estaba pensando que los miserables, por viles, débiles y necios que parezcan, tienen en su maldad una grandeza formidable. «¡Aquel sapo, aquel pedazo de sotana podrida, sabía dar aquellas puñaladas!». Después don Fermín se acordó de su madre; su madre no le había hecho nunca traición, su madre era suya, era la misma carne; Ana, la otra, una desconocida, un cuerpo extraño que se le había atravesado en el corazón....

Esta gran carnicería de mármol y cristal hacía pensar en una humanidad horriblemente superior pervertida por la antropofagia, donde los fuertes se alimentasen con los despojos de los débiles.

Y contrariando la actitud de su hermana, llamó gritando tan alto como pudo con sus débiles fuerzas: ¡Muñoz! ¡Señor Muñoz! ¡Estás loca! exclamó Zoraida azorada. ¡No podemos dejar que entre aquí! Pero ella siguió llamándole. ¡Entre, Muñoz! Apareció, su cara se iluminó también con la indecisa claridad azul. Traía el cabello revuelto y miraba con extravío a las muchachas fantásticas.

Ciertamente, casi todo él estaba eclipsado; pero el ligero limbo que aun se percibía, irradiaba el suficiente fulgor para ocultar á nuestros débiles ojos la gran sombra que ya amenazaba sepultarlo.

Ella os deja libres del poder militar de los asesinos del 1.º de diciembre, y en esto mismo ha recibido la más grata recompensa a sus débiles esfuerzos. Que las tres provincias de Cuyo se mantengan en unión indisoluble y se sostengan mutuamente contra toda tentativa de los enemigos de su libertad es la aspiración y el más ardiente deseo del que os habla.

En las nieblas de color de sangre que pasaban ante sus ojos, creyó ver el brillo de las gafas azules de Salvatierra, su sonrisa fría de inmensa bondad. ¿Qué haría el maestro de estar allí?... Perdonar, indudablemente: envolver a la víctima en la conmiseración sin límites que le inspiraban los pecados de los débiles.