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Actualizado: 2 de julio de 2025
No en vano con tus naves cargadas de nobleza, del todo lo sublime que Iberia pudo dar, venciste los embates del mar y su fiereza, trayendo con tu espada la cruz y la verdad. Tu gloria es como el astro que intenso resplandece; mirar tal vez no quieran su bello fulgurar, pero su clara lumbre ni muere ni decrece, y en los espacios célicos luciendo siempre está.
9 Y el sacerdote respondió: El cuchillo de Goliat el filisteo, que tú venciste en el valle del Alcornoque, está aquí envuelto en un velo detrás del efod; si tú quieres tomarlo, tómalo; porque aquí no hay otro sino ese. Y dijo David: No hay otro tal; dámelo. 10 Y levantándose David aquel día, huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis rey de Gat.
El cual, lleno de confusión y espanto, al cabo de un buen espacio que atentamente estuvo mirando a Dorotea, abrió los brazos y, dejando libre a Luscinda, dijo: -Venciste, hermosa Dorotea, venciste; porque no es posible tener ánimo para negar tantas verdades juntas.
Si te hirió un proyectil, a tu caída, rayó el alba entre negras tempestades; ¡cada gota de sangre de tu herida fué semilla de nuestras libertades! Con tus lanzas tomaste nuestras villas, venciste al César con su plan de engaños; hizo tu talibóng su trono, astillas, ¡Rompió su cetro de trescientos años! Nos salvó tu estrategia. ¡Cuántas muertes evitaron por tí nuestras legiones!
Esperaste en Dios y venciste: confiaste tu venganza en la Providencia y la Providencia te la dió cumplida. Veo aun á el Hakem cruzando á pasos descompuestos los salones de su alcázar, lleno el corazon de pesares y de remordimientos.
La de Mesía no reconocía la victoria; reconocía una ventaja pasajera... fue discreta, suavemente irónica, no quería decir: «Venciste, Galileo» sino «hasta el fin nadie es dichoso». De Pas comprendió, con ira, que el del balcón no se daba por vencido. ¡Va hermosísima! decían en tanto las señoras del balcón de la Audiencia. ¡Hermosísima! ¡Pero se necesita valor! Amigo, es una santa.
Aquella mirada quería decir «venciste, ahora sí, ahora me ha llegado a las entrañas el veneno». De Pas estaba pensando que los miserables, por viles, débiles y necios que parezcan, tienen en su maldad una grandeza formidable. «¡Aquel sapo, aquel pedazo de sotana podrida, sabía dar aquellas puñaladas!». Después don Fermín se acordó de su madre; su madre no le había hecho nunca traición, su madre era suya, era la misma carne; Ana, la otra, una desconocida, un cuerpo extraño que se le había atravesado en el corazón....
Te alzaste entonces y le venciste: no mas tiranos, dijiste, no mas abatimiento; pero fue inútil tu cólera; vano, enteramente vano, tu generoso ardor contra tus rudos opresores. No pudiste ni aun muerto el-Khassem gozar de la vista de ese Yahhyay á quien amabas. Precipitáronse los sucesos de una manera espantosa, y en menos de dos años tuviste que obedecer á la voz de cuatro reyes.
Ni cuando tú, violentando la dulce modestia de tu condición y prestándote al capricho de mi padre, te presentaste a competir con mis pretendientes, y en la lucha, en la carrera, en disparar flechas y en esgrimir las demás armas, los venciste; ni cuando me revelaste que me amabas; ni cuando toda yo fui tuya; ni cuando sentí en mi seno agitarse viva tu imagen; ni cuando alimenté a nuestro hijo con la leche de mis pechos; ni cuando, sentado en mi regazo, aquel claro descendiente de Gotama respondió por vez primera a mi sonrisa con su sonrisa y atinó a pronunciar tu nombre y el mío; nunca dejaron de acibarar mi contento el temor de perder el bien que le causaba y la consideración de que nuestro contento y nuestro bien eran privilegio odioso, eran contravención de la ley que condenó a los hombres a general infortunio.
Palabra del Dia
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