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La oposición de los mayores tratan algunas veces los pretendientes de conjurarla por medio de empíricas recetas ó tradicionales anitos. Las hojas de la gayuma y del jonjon, se prestan en primer término para las cábalas amorosas.

No deja usted de saber prosiguió con acento burlón más marcado, que la señorita X, que tiene sesenta años, tenía una vocación pronunciada por el matrimonio; que la señorita Y, de cinco años más que ella, tuvo un amor desgraciado segado en flor; que la señorita Z, de unas cuantas primaveras menos, asustó a sus pretendientes por su mal carácter; que ésta no tenía dote; que aquélla tenía demasiadas pretensiones, etc., etc.

Miss Percival llegó a París el 15 de abril, y no habían transcurrido quince días, cuando empezaron a llover los pretendientes. En el curso de este primer año, Bettina se entretuvo en llevar la cuenta con exactitud; en este primer año, habría podido, si hubiera querido, casarse treinta y cuatro veces... ¡Y qué variedad de pretendientes!

JOAQUÍN. ¡Soltera! Si yo no me casara contigo, tendrías ocho mil pretendientes por semana. Vestiré muy bien, protegeré las artes, seré una gran señora. Te diré... Mi casa va a tener que ver, porque no entrará en ella nada que no sea de lo más escogido. No has de ver ni cosas vulgares, ni tapicerías chillonas, ni objetos de mal gusto, ni cosa alguna que se vea en otra parte.

Debe usted comprender que mi hija en su posición no ha dejado de tener pretendientes... Hace dos ó tres años que estamos literalmente sitiadas... Pues bien, es menester acabar... Yo estoy enferma... Puedo morirme de un día á otro... Mi hija quedaría sin protección... Además, este es un matrimonio en que se reunen todas las conveniencias, que la sociedad aprobará ciertamente, y yo sería culpable si no consintiera en él... Se me acusa ya de inspirar á mi hija ideas novelescas... la verdad es que yo nada la inspiro.

Todo aquello de los vapores y los jacos y los bailes lo llevó el aire: se quedaron con el día y la noche: los pretendientes desaparecieron, los años aumentaron, y naturalmente, la niña, en vez de decir ¡pa riba!, dice ahora ¡pa bajo!... Conque si usted quiere picar, ya sabe... Gracias.

Los pretendientes explotan el valimiento y la influencia de las señoras. Casi siempre son las faldas las que deciden quién se ha de sentar en los coros de las catedrales. Pues suponga usted, compañero, que yo tengo faldas, que soy una dama... ea. Pero si yo no lo he de decidir... Mire usted que si no me nombra mi canónigo, no me muero, y le estaré atormentando meses y meses.

¿Cuánto costará una provisión de capitán de la guardia española? dijo fray Luis quemando impasiblemente la carta de la reina á la luz del velón. Cabalmente está vacante la tercera compañía. Pero, ¡bah! ¡hay tantos pretendientes! ¡Cuánto! ¡cuánto! Lo menos, lo menos quinientos ducados.

Quería casarse o morir; casarse para demostrar la pureza de su honor. Pero los pretendientes aceptables no parecían. La de Valcárcel seguía enamorada, con la imaginación, de su escribiente de los quince años; pero no procuró averiguar su paradero, ni aunque hubiese venido le hubiera entregado su mano, porque esto sería dar la razón a la maledicencia. Quería antes otro marido.

¡Ay! respondió la aludida, mis pretendientes no cesan de correr... Señorita dijo yendo a arrodillarse delante de la Melanval, ¿no tiene usted una liga por pequeña que sea, que se ocupe de las jóvenes casaderas?... Si no la hay debiera haberla... Sería cien veces más útil terminó levantándose, que todas esas ligas que fastidian a todo el mundo...