Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 21 de octubre de 2025
El presunto novio de la beldad local llegó así a tener cierto renombre en el pueblo. Los innumerables pretendientes de Coca excusaban su derrota adornando al vencedor de excepcionales cualidades. Por lo menos, era buen mozo y rico...
Por otra parte, el dote estaba tan poco en relación con las pretensiones emitidas, que había pretendientes que no se atrevían a pedir lo que otros no se dignaban solicitar.
Este Rey trata de casar á su hermana Estefanía con uno de sus vasallos. Los pretendientes á su mano son el conde Vela y Don Fernán Ruiz de Castro. La Princesa se decide por el último, y deja que el Conde se abrase en un amor sin esperanza. Fernán Ruiz, poco después de sus bodas, se ve obligado á acompañar al Rey en una expedición contra los moros.
»A imitación nuestra, otros muchos de los pretendientes de Leandra se han venido a estos ásperos montes, usando el mismo ejercicio nuestro; y son tantos, que parece que este sitio se ha convertido en la pastoral Arcadia, según está colmo de pastores y de apriscos, y no hay parte en él donde no se oiga el nombre de la hermosa Leandra.
El conde, no obstante, y a pesar de haber sido uno de los más obstinados pretendientes de Pepita, había recibido las enconfitadas calabazas que ella solía propinar a quienes la requebraban y aspiraban a su mano. La herida que aquel duro y amargo confite había abierto en su endiosado corazón, no estaba cicatrizada todavía.
Con voz amenazadora hizo memoria de un pasaje clásico bien conocido del profesor. Su homónimo el viejo Ulises, al volver á su palacio, había encontrado á Penélope rodeada de pretendientes, y acababa con ellos colgándoles de una escarpia por la parte más viril y dolorosa.
Durante el viaje adquirió el convencimiento de que aquel hombre se le había entrado al corazón más de lo que acaso conviniera. Todo el camino fue pensando en lo distinto que era Juan de cuantos pretendientes tuvo. Echada en el fondo del vagón, sin dormir ni cambiar palabra con la doncella, se quedó como ensimismada.
A él le olía a pólvora el tal galanteo, y esto lo afirmaba con una sonrisa de orgullo, que hacía brillar la blancura de sus dientes de lobezno en el óvalo obscuro de la cara. Ninguno de los pretendientes adelantaba sobre los demás. En dos meses que llevaban de noviazgo, Margalida no había hecho más que escuchar, sonreír y responder a todos con palabras que turbaban a los atlots.
El viejo pastor la sostuvo sin pestañear. El pintor se emparejó con la dama exclamando con risita irónica: ¡Parece que Eumeo sigue aborreciendo como antes a los pretendientes! Elena no dijo nada y siguió caminando con paso vivo hacia la casa. Una cólera sorda rugía dentro de su pecho y tenía miedo de dejarla estallar donde pudieran verla.
Apenas se dignaba mirar sus ejercicios caballerescos, ni oír sus serenatas, ni sonreír agradecida a sus versos de amor. Los magníficos regalos, que cada cual le había traído de su tierra, estaban arrinconados en un zaquizamí del regio alcázar. La indiferencia de la Princesa era glacial para todos los pretendientes.
Palabra del Dia
Otros Mirando