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Actualizado: 13 de junio de 2025
Pues ¿qué piensas hacer con el imposible que se te ofrece en la conquista desta Porcia, desta Minerva y desta nueva Penélope, que en figura de doncella, y de fregona, te enamora, te acobarda y te desvanece?
Con voz amenazadora hizo memoria de un pasaje clásico bien conocido del profesor. Su homónimo el viejo Ulises, al volver á su palacio, había encontrado á Penélope rodeada de pretendientes, y acababa con ellos colgándoles de una escarpia por la parte más viril y dolorosa.
A pesar de esta convicción, no podía contener en ciertos momentos una agresividad irónica, que se desahogaba inventando apodos clásicos. La joven esposa de Ulises, inclinada sobre su labor de encajera, era Penélope esperando la vuelta del errabundo marido. Doña Cristina aceptaba este sobrenombre, por saber vagamente que era el de una reina de buenas costumbres.
La señora de Vitré, entre sus dos criadas, vestida, como ellas, con el traje nacional, parecido al hábito de los carmelitas, tenía un aspecto tan imponente como Penélope bordando las túnicas del joven Telémaco. Gastón de Vitré, bello como una joven de veinte años, llevaba la vida ruda y activa de un noble campesino.
Haz la burla que de mí quisieres, amigo Lope; que yo sé que estoy enamorado del más hermoso rostro que pudo formar la naturaleza, y de la más incomparable honestidad que ahora se puede usar en el mundo. Costanza se llama, y no Porcia, Minerva o Penélope.
»Con otras cosas a éstas semejantes, que ninguno la escuchara que no la tuviera por la más lastimada y leal doncella del mundo, y a su señora por otra nueva y perseguida Penélope. Poco tardó en volver de su desmayo Camila; y, al volver en sí, dijo: »¿Por qué no vas, Leonela, a llamar al más leal amigo de amigo que vio el sol o cubrió la noche?
El Padre, que es un excelente varón, y además instruido y discreto, la celebra mucho. Y hay que dar crédito a sus alabanzas, porque el hombre es desinteresado. Si todo el ser de Rafaela consistiese en lo dicho, Penélope, Lucrecia y cuantos modelos de perfectas casadas hubo después en el mundo hasta el día de hoy, quedarían eclipsados y por su virtud conyugal resplandecerían menos que Rafaela.
La tierna esposa, entre tanto, queda en la soledad y en el abandono, y si a menudo se ve asediada por los pretendientes, imita a Penélope y aun se le adelanta, pues al cabo su marido, ni fue a pasar trabajos y a aventurar la vida en la guerra de Troya, ni de fijo, salvo raras y laudables excepciones, se muestra más fosco y zahareño que Ulises con las Circes y Calipsos que en mesones, hosterías, fondas y otras partes se le aparecen.
Siempre te veo el mismo bordado, tía Liette. ¿Haces acaso lo que Penélope? No, señor burlón, no es la misma; pero no varío ni el dibujo ni los colores, y de este modo me parece que no envejezco y creo que vas a jugar con los ovillos o a ayudarme a devanar las madejas. Y soy todavía muy capaz. Prueba. No, ahora eres demasiado alto. Puedo bajarme. Y se puso de rodillas con las manos extendidas.
Finalmente, parecíamos tener a destajo la tela de Penélope, pues cuanto él tejía de día, rompía yo de noche; ca en pocos días y noches pusimos la pobre despensa de tal forma, que quien quisiera propiamente della hablar, más corazas viejas de otro tiempo que no arcaz la llamara, según la clavazón y tachuelas sobre sí tenía.
Palabra del Dia
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