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El buen señor desahogaba su cólera sonándose, sonándose fuerte y repetidamente, y aquel furioso trompeteo resonaba en la casa como las cornetas de un llamamiento militar.

Por el contrario, sabía perfectamente que Julita se consolaba mucho teniéndole cerca, no sólo porque templaba algunas veces el rigor de su madre, sino también, y esto era lo principal para ella, porque desahogaba con él su pecho, porque la animaba, porque pasaba charlando deliciosamente muchos ratos en su compañía, porque se placía en arreglarle el cuarto, porque la llevaba con frecuencia al teatro y procuraba, en suma, por todos los medios que estaban a su alcance, hacerle más dulce la existencia.

El amor se había vuelto odio, y el conde se desahogaba a menudo, poniendo a Pepita como chupa de dómine. En este ameno ejercicio se hallaba el conde, cuando quiso la mala ventura que D. Luis y Currito llegasen y se metiesen en el corro, que se abrió para recibirlos, de los que oían el extraño sermón de honras.

Era, en fin, la tertulia una reunión donde se desahogaba el liberalismo inocente de unos revolucionarios que, en costumbres y preocupaciones, imitaban a sus enemigos, y a pesar de haber sufrido de la dinastía reinante toda clase de desdenes y persecuciones, mostrábanla una fidelidad canina, y siempre era para ellos Fernando VII el rey mal aconsejado, Cristina la augusta señora, e Isabel la inocente niña.

El único signo que advertí de su emoción fue cuando le di la mano al acercarme. ¡Qué encarnada se puso la pobrecita! Moreno continuaba sonriendo con la misma condescendencia, mientras su amigo se desahogaba tan fogosamente. Al cabo le atajó. No te forjes muchas ilusiones por eso del rubor ni te subas al trípode. El rubor es un fenómeno muy prosaico, querido.

El padre de Pepa, tomándole de la solapa de la chaqueta, se desahogaba contra el gallego de su yerno, anunciando con voz cavernosa las mil crueldades que iba á ejercitar sobre él así que amaneciese Dios. Y cada uno de sus pronósticos siniestros iba acompañado de las correspondientes preguntas: ¿Álcali volátil á ? ¿Estoy yo borracho? ¿Hablo cosas formales? ¿He faltado á alguno? etc.

Comprendía don Fermín que su influencia iba disminuyendo, que la fe de Ana se entibiaba y en cambio crecía la desconfianza en ella; y como perder del todo a su Regenta era idea que le asustaba, dando tormento al orgullo, a los celos, hacía de tripas corazón, fingía no ver, y mantenía su poder espiritual claudicante «con puntales de tolerancia y estribos de paciencia». La ira la desahogaba sobre el Obispo y con la curia eclesiástica.

Pasaban las horas sin que adelantasen gran cosa los brazos, torpes y cansados por la fiesta, a los que la masa parecía resistirse. Aumentaba el calor: un ambiente de irritación se esparcía en torno de los panaderos, y Tono, que era el más furioso, se desahogaba con maldiciones. ¡Así se volviera veneno todo el pan de aquella noche!

Corría entre tanto el invierno, y el capellán se habituaba a la vida campestre. El aire vivo y puro le abría el apetito: no sentía ya las efusiones de devoción que al principio, y una especie de caridad humana que le llevaba a interesarse en lo que veía a su alrededor, especialmente los niños y los irracionales, con quienes desahogaba su instintiva ternura.

Además el mayor crimen que podía haber en la Regenta, y no creía ella que a tanto llegase, era seguir la corriente. «En Madrid y en el extranjero, esto es el pan nuestro de cada día; pero en Vetusta fingen que se escandalizan de ciertas libertades de la moda, las mismas que se las toman de tapadillo, entre sustos y miedos, sin gracia, del modo cursi como aquí se hace todo. ¡Pero qué se puede esperar de unas mujeres que no se bañan, ni usan las esponjas más que para lavar a los bebés!». Obdulia, cuando hablaba con algún forastero, desahogaba su desprecio describiendo la hipocresía anticuada y la suciedad de las mujeres de Vetusta.