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Y la mirada de la condesa, que continuamente pasaba de los ojos de Quevedo á un bello pórtico dorado y misterioso, á cuyo interior servía de telón una cortina de encajes... Quevedo tuvo necesidad de afirmarse, por decirlo así, en los estribos y acordarse de su porvenir; sobreponerlo en grandeza, en goces, en belleza, á aquel su bellísimo presente, para poder luchar con alguna esperanza de triunfo con la condesa.

La graciosa ciudad de Báden-Báden, que cuenta unos 6,000 habitantes y es la residencia de verano de la familia gran-ducal, demora en el fondo de un risueño y pintoresco vallecito, determinado por algunos bajos estribos de la Floresta-Negra.

Ya viene usted con sus locuras. ¿Locuras?... Y te parece locura, hijita, entusiasmarse hasta perder los estribos, viendo... y la señalaba a ella con la mano extendida esta preciosura de... chacra. Estábamos realmente embelesados recorriendo este jardín dijo Lorenzo.

Diéron ámbos campeones repetidas vueltas y revueltas con tanta ligereza, asentáronse y esquiváron tales botes con las lanzas, y tan fuertes se mantenian en sus estribos, que todos, ménos la reyna, deseaban que hubiese dos reyes en Babilonia.

El centro de la fuerza española ocupaba la carretera con la espalda hacia Bailén, de allí poco distante; a la derecha del camino por nuestra parte se alzaban unas pequeñas lomas que a lo lejos subían lentamente hasta confundirse con los primeros estribos de la sierra; a la izquierda también había un cerro; pero éste caía después en la margen del río Guadiel, casi seco en verano, y que desembocaba en el Guadalquivir, cerca de Espelúy.

En los Alpes no hay ni paralelismo de cadenas ni enlace alguno de formas regulares ó sostenidas. Es una serie de seis grupos colosales ligados por ramificaciones tortuosas, despedazadas y revueltas, cuyos innumerables estribos y contrafuertes se desprenden en todas direcciones.

Esto dicho, volvió Sancho las espaldas y vareó su rucio, y don Quijote se quedó a caballo, descansando sobre los estribos y sobre el arrimo de su lanza, lleno de tristes y confusas imaginaciones, donde le dejaremos, yéndonos con Sancho Panza, que no menos confuso y pensativo se apartó de su señor que él quedaba; y tanto, que, apenas hubo salido del bosque, cuando, volviendo la cabeza y viendo que don Quijote no parecía, se apeó del jumento, y, sentándose al pie de un árbol, comenzó a hablar consigo mesmo y a decirse: -Sepamos agora, Sancho hermano, adónde va vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido?

Toda esa vasta region que cruzábamos de norte á sur, es mas bien una serie de planicies mas ó ménos extensas que una gran planicie ó valle. Donde quiera el terreno está entrecortado, ora por estribos de las serranías laterales, que se avanzan hácia el centro, ora por cordones ó grupos aislados de pequeñas colinas que limitan el horizonte.

Y todo lo miraba el hidalgo, y de todo se admiraba, especialmente cuando, después de haberse limpiado don Quijote cabeza, rostro y barbas y celada, se la encajó; y, afirmándose bien en los estribos, requiriendo la espada y asiendo la lanza, dijo: -Ahora, venga lo que veniere, que aquí estoy con ánimo de tomarme con el mesmo Satanás en persona.

Divès, de pie en los estribos, con la cabeza levantada y los bigotes de punta, los miraba sonriendo, y decía: ¡Esto va bien! La refriega era terrible; el suelo se estremecía.