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Le amaba sin la menor idea de celos o inquietud, y merecía tan perfecta confianza. Mira, ahí vienen mi padre y el señor de Pavol. ¿Qué tal, sobrina? ¿Qué dices de mis predicciones? Sois muy poco discreto tío le dije, ruborizándome. Fue el comandante quien reveló el secreto; hacía mucho tiempo que lo conocía. ¡Oh! mucho no; desde hace ocho meses. No, desde la primera vez que te vi, querida hijita.

Un ángel terrestre está un poco fuera de su sitio. Luisita, inundados sus ojos de lágrimas, se ríe al mismo tiempo, y traduce así mis argumentos: Bueno; yo no querría que mi marido fuera un zonzo... No he dicho zonzo; he dicho ángel. , , ya te comprendo, y también a . Las noches que se queda en casa, vieras, hijita, ¡qué alegría! Pero ¡se queda tan pocas!...

Es un chico muy decente, y si tira a su padre... ya ve usted... Por supuesto que Carlota, por lo guapa y bonachona, merecía un infante de Ingalaterra... Pero, hijita, los tiempos no están para andar a escobazos con los hombres.

Así se rompía el hielo. ¿Por qué no vienes a Mar del Plata? Anda, vamos... No puedo; estoy metida en un berenjenal, hijita, que no cómo voy a salir. ¿Por...? Por lo de Inesita. ¿Sabes que se casa con Raúl, con mi cuñado? , ya me lo han dicho, ¡Pobre Carlitos Nuezvana!

Al poner el pie en el locutorio, que encontré lleno como una colmena, me sentí más aturdido que nunca por las tumultuosas confidencias de las jóvenes abejas. Elena llegó con los cabellos en desorden, las mejillas inflamadas, los ojos colorados y chispeantes; traía en la mano un pedazo de pan del largo de su brazo. Me abrazó con un aire preocupado: Y bien, hijita, ¿qué es lo que tienes?

En una casa que está en la acera del Norte entre la tienda de figuras de yeso y el establecimiento de burras de leche... allí. Entró Jacinta con el chaleco. Vamos... a ver... ¿Manda usía otra cosa? Nada más, hijita; muchas gracias. Dice este monstruo que no tuvo miedo y que se salió tan tranquilo... yo no lo creo.

Le parecía inexplicable que todo el mundo pasara por aquel rincón del claustro sin advertir el gran dolor de Jesús. Un día, sin poder contenerse, llamó a una monja que era su maestra, se oprimió a ella y le señaló el Cristo. La monja se persignó devotamente. Fíjese, hermana, insistió ella con ansiedad, Jesús parece que grita. Hijita, ; es por nosotros que pecamos tanto.

Para mayor confusión suya, Bringas parecía que estaba aquellos días más amable, más cariñoso; pero en lo referente a gastos, mostrábase inflexible como nunca: «Hijita le dijo al acostarse . Desde el primero de Setiembre volveré a la oficina. Es preciso trabajar, y sobre todo economizar. Nos hemos atrasado considerablemente, y hay que recobrar a fuerza de privaciones el terreno perdido.

Pensaba en la encantadora Catalina Glover, en el noble Enrique Smith, de quien me había enamorado, provisionalmente, y hete aquí, que sin el menor preámbulo estallé en sollozos. ¡Dios mío! exclamó el cura levantándose rápidamente. ¡Querida Reinita, mi buena hijita! No le hagáis caso está enojada porque no la hemos llevado a C *.

D.ª Rafaela lo advirtió bien, y adoptando un semblante enteramente picaresco, le dijo bajando aún más la voz: Ya , ya , querida, que usted y él... ¡vamos!... Apriete, hijita, apriete, y que no se escape, que bien merece la pena... Al que no puedo ver ni en pintura es a aquel otro que se come los periódicos, aquel de las barbas y las gafas... ¡Ah, , Moreno!...