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Y entornando los párpados con expresión acariciante detrás de los vidrios de sus gafas, el profesor desapareció rampa abajo. Sólo entonces el Hombre-Montaña bajó los ojos para mirarse á mismo, fijándolos en su pecho. Por la abertura entreabierta de su bolsillo superior veía la cabecita de Ra-Ra, encogido en el fondo de este refugio.

Si le hago la menor observación se enfadará; lo mejor será que le envíe otras nuevas con la montura más recia, sin decirle una palabra. La señora de Luna encontró la idea excelente; pero las quintas gafas corrieron la misma suerte que las cuatro precedentes.

No, muchachito.... ¿Qué cosa? Lo que dice «La Voz». No; no quiero leer esos disparates. Ya me imagino lo que dirán. Pero la curiosidad pudo más en el dómine que el desprecio con que miraba a sus rivales. Después de un rato de silencio me dijo: ¡Dame ese papasal! El anciano se caló las gafas, se compuso en el asiento, y principió a leer el artículo editorial. No, a la vuelta.

Miró al techo tratando de descubrir alguna mota producida por las moscas; pero no había nada, y hasta las cabezas de los clavos de la pared, limpiados el día antes, resplandecían como estrellitas de oro. La Superiora volvía las gafas a todas partes buscando algo que reprender; pero nada encontró que mereciese su crítica estrecha.

Figúrate que en la Habana veía, desde el castillo de Atarés, las señales del vigía del Morro, distinguiendo perfectamente los colores de las banderas. Pues desde ayer noto no qué. Algunos objetos se me oscurecen completamente, y cuando me da el sol, me pican los ojos... Desde mañana pienso usar gafas verdes. Estaré bonito. En cuanto al oído, ya te habrás enterado.

La nariz no era más que una película flexible, que se plegaba bajo el peso de las gafas, cuando M. Bernier vino a decirle que había encontrado al auvernés. ¡Victoria! exclamó entusiasmado el notario. El cirujano encogiose de hombros y contestó que la victoria parecíale dudosa por lo menos.

Dicho esto, lanzose sobre su adversario, atacándole en tercia o en cuarta, pues no entiendo una palabra de estas andanzas, ni él, ni su adversario, ni los testigos tampoco. Pero una oleada de sangre brotó de la punta del sable, unas gafas rodaron por el suelo, y el notario sintió aligerada su cabeza del peso de su nariz.

«¡Tiene gracia! se dijo Krilov, volviendo a otro lado los ojos y tratando de dar a su rostro una expresión de indiferencia . Le dan miedo mis gafas azules; todas estas muchachas están seguras de que un hombre con gafas azules es un espía... Lleva probablemente proclamas escondidas en el corsé.

El brillo del pectoral de diamantes y de los cristales de sus gafas daba mayor realce y un poder mágico a su palabra sonora, dulce, persuasiva. Cantose después el Te Deum. Los tiples y los bajos de la catedral de Lancia hicieron prodigiosos gorgoritos, que dejaron asombrados a los buenos peñascos.

Simoun se había quitado las gafas azules, sus cabellos blancos como un marco de plata rodeaban su enérgico semblante bronzeado, alumbrado vagamente por una lámpara, cuya luz amenazaba apagarse por falta de petróleo. Simoun, preocupado al parecer por un pensamiento, no se apercibía de que poco á poco la lámpara agonizaba y venía la oscuridad.