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SALSA DE TRUFAS. Se pican y rehogan en manteca de vaca; se echa harina tostada y caldo; se espuma y pone otro poco de manteca para que liguen. SALSA DE CHAMPI

BUTIFARRA. Se pican con la maquinilla dos kilos de carne de cerdo, grasienta, y se echa en una fuente honda; se sazona de sal, pimienta molida, un poco de clavillo y otro poco de nuez moscada y una copa de vino blanco; se amasa mucho para que se mezcle bien; se cubre con un paño y se deja reposar hasta el día siguiente.

Entre ellos su modo de insultar es al aclarar el dia, guardando un gran silencio en su caminata, pues si se les ofrece parar por algun acontecimiento, con un suave silvido para todos, que no se llega á percibir aun entre ellos rumor alguno, y llegando á vista del parage que van á invadir, pican sus caballos, y á todo correr, metiendo grande estrépito y algazara, no usando formacion alguna sino que cada cual por donde quiere.

En este pueblo hallamos alguna gente, y unos animalillos como pulgas que andan saltando, y si pican en los dedos de los pies, ó en otra parte del cuerpo, van entrándose y royendo, hasta crecer como gusanillos, semejantes á los que se hallan en las avellanas. Si se acude con tiempo á sacarlos, no hacen daño; pero si se dilata el remedio, se pierden los dedos enteros.

Aparte se pican unas cuantas setas, previamente lavadas, escurridas y sin rabos, con la cuarta parte del volumen de perejil picado y otro tanto de charlotas, también picadas. Rehóguese la mezcla a la lumbre con un poco de manteca. Hágase un espeso claro, y déjese reducir a buena consistencia.

PUDDING DE FRUTAS. Con dos peras grandes, tres melocotones y tres manzanas muy picadas, se pican veinticinco gramos de bizcocho, veinticinco de almendras, cuatro yemas, unos cien gramos de azúcar fino, una cucharada de pan molido y otra de canela molida; se mezcla todo bien, se agregan las cuatro claras batidas a punto de nieve; se pone en el molde y se mete al baño maría.

El puesto de alcalde suele ser muy disputado, y casi siempre se pican dos o tres porque no lo son.

El tío Ventolera pasaba de Riquer a otros valerosos patrones de corsos anteriores a él; pero Jaime, molestado por su charla, en la que latía un deseo de asombrar a la isla de Mallorca, vecina y enemiga, acabó por impacientarse. ¡Que son las doce, abuelo!... Vámonos; ya no pican. El viejo miró el sol, que sobrepasaba la cumbre del Vedrá. Aún no era mediodía, pero faltaba poco.

¡Cómo le pican! exclamaba el público con risa feroz. Cesaron de rugir y estallar las banderillas. Hervía el carbonizado pescuezo con burbujas de grasa. El toro, al no sentir la quemazón del fuego, quedó inmóvil, jadeante, con la cabeza humillada, sacando una lengua seca, de rojo obscuro. Otro banderillero se aproximó a él, clavando un segundo par.

Benincasa se observaba muy de cerca en los pies la placa lívida de la mordedura. Pican muy fuerte, realmente dijo sorprendido, levantando la cabeza a su padrino. Este, para quien la observación no tenía ya ningún valor, no respondió, felicitándose en cambio de haber contenido a tiempo la invasión. Benincasa reanudó el sueño, aunque sobresaltado toda la noche por pesadillas tropicales.