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Esta diferencia ay de la naturaleza al arte que lo que aquella desde su creacion constituyó no se puede variar, y asi siempre el peral produzira peras, y la encina su grossero fruto y con todo esto la diversidad del terruño y la diferente influencia del cielo y clima á que están sugetos, las saca muchas vezes de su misma especie y casi constituye en otras diversas.

1 arroba de vino de villarreal que bebieron los señores cuando salieron de las biesperas 15 mrs. Costaron endrinas para la yantar 3 mrs. Costaron figos 20 mrs. Costaron 200 peras para la yantar las 100 á 4 dineros cada una, 30 mrs. las otras 100 a dos dineros cada una que son todas 50 mrs. Costaron 150 limones 7 mrs.

Nunca he llegado á saber lo que quiere ni lo que piensa. ¡Qué lástima que el P. Salví no esté delante para darnos algunos de sus antecedentes! Creo haber oido decir que cuando niño tuvo peras que partir con la Guardia Civil... su padre fué muerto en no recuerdo qué motin... Simoun se sonrió lentamente, sin ruido, enseñando sus dientes blancos y bien alineados...

Había en el comedor un reloj de pared que era el Matusalén de los relojes. Su mecanismo tenía, al andar, son parecido a choque de huesos o baile de esqueletos. Su péndulo descubierto parecía no tener otra misión que ahuyentar las moscas, que acudían a posarse en las pesas. Su muestra amarilla se decoraba con pintada guirnalda de peras y manzanas.

Cubrióse la mesa de tajadas de melón, peras y manzanas, avellanas y nueces; pero esto pasó sin gran éxito, atreviéndose el tío sólo con algunos pedazos de fruta que le mandó Juanito. Después, la clásica sopada, sin la cual don Juan no comprendía los banquetes: una gran fuente de crema, en la que se empapaban apretadas filas de pequeños bizcochos.

, , pide peras al olmo, al olmo ceceaba Perico por lo bajo . Cualquier día se pone mi señora hermana un alfiler menos, un alfiler menos, aunque se la lleve pateta. Cuando Pilar supo la decisión del Esculapio, colgárse del cuello de Perico, en un arranque de amor fraternal no manifestado hasta entonces.

Soy amigo viejo de tu familia, fuí condiscípulo de tu padre.... Oyelo bien: ¿sabes a quién debo la carrera? Pues a tu abuelo. Ya verás que no puedo venir a esta casa por interés. Mira, muchacho: no vuelvas a hablarme de eso. Pero, doctor.... ¡Qué pero ni qué peras! ¡Cuánto agradecí al facultativo su desinterés!

-Por Dios, señor nuestro amo -replicó Sancho-, que vuesa merced se queja de bien pocas cosas. ¿A qué diablos se pudre de que yo me sirva de mi hacienda, que ninguna otra tengo, ni otro caudal alguno, sino refranes y más refranes? Y ahora se me ofrecen cuatro que venían aquí pintiparados, o como peras en tabaque, pero no los diré, porque al buen callar llaman Sancho.

Pero ya le pondría él las peras a cuarto al señor país, representado en aquellos dos señores tiesos, que en todo querían meterse, que todo lo querían saber, como si él, el eminentísimo Rufete, estuviera en tan alta posición para dar gusto a tales espantajos. Le miraban atentos, y con sus ojos investigadores le decían: «Somos la envidia que te mancha para bruñirte y te arrastra para encumbrarte».

Silencio completo. Guillermina no tuvo paciencia para esperar más la respuesta, y acalorándose expresó lo que sigue: «¿Pero usted no sabe que esa señora es mujer legítima... mujer legítima de aquel caballero? ¿Usted no sabe que Dios les casó y su unión es sagrada? ¿No sabe que es pecado, y pecado horrible, desear el hombre ajeno, y que la esposa ofendida tiene derecho a ponerle a usted las peras al cuarto, mientras que usted, con dos adulterios nada menos sobre su conciencia, la ofende con sólo mirarla?