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Retrocedió Pilar desorientada; y riéndose en seguida con su cínico reír, exclamó: ¿No es más que eso? ¡Vaya un secreto! ¡Gran puñado son tres moscas! Por Dios suplicó apurada Lucía , que a nadie se lo indiques.... Yo me muero por saberlo, pero si se entera... alguien.... Miranda, o así....

Esta lectura milagrosa había ejercido notable influencia sobre toda la casa. El viejo dormía en su sillón, las moscas en el cielo raso y los pájaros en sus jaulas, allá abajo, en la ventana. El gran reloj repetía con insistencia monótona su acompasado tic tac, tic tac.

¿Qué hay? le dijo Martín . ¿Qué hace usted? Estas moscas fastidiosas contestó el campesino seriamente. Pero si no hay moscas. las hay, replicó el hombre, dando de nuevo con el pañuelo. Rieron Martín y Bautista, y el campesino contó una porción de historias y de anécdotas. Yo no contar nada dijo el hombre varias veces . ¡Si estuviera Pernando! ¿Y quién era Pernando? preguntó Martín.

Los rayos del sol, chorros oblicuos de oro que venían de lo alto iluminando espirales de polvo, moscas y polillas, le hacían pensar nostálgicamente en las manchas verdes de la huerta, las manchas blancas de los caseríos, los penachos negros del puerto, repleto de vapores, y la triple fila de convexidades azules coronadas de espuma que venían á deshacerse con cadencioso estruendo sobre la playa color de bronce.

21 Porque si no dejares ir a mi pueblo, he aquí yo enviaré sobre ti, y sobre tus siervos, y sobre tu pueblo, y sobre tus casas toda suerte de moscas; y las casas de los egipcios se llenarán de toda suerte de moscas, y asimismo la tierra donde ellos estuvieren.

Y, ¡luego los vestiditos que usaba!... Si eran lo más traidores: jamás cubrían las hermosas piernas tentadoras, calzadas, por lo general, con medias punzó. Esas piernas eran, para los adoradores de Rosita, como la miel para las moscas.

¡El hospital!... ¿Qué es un hospital..., qué son diez hospitales... para cincuenta mil heridos? Todos los hospitales, desde Maguncia y Coblenza hasta Falsburg, se hallan abarrotados. Además, esa maldita enfermedad, el tifus, Hullin, mata más gente que las balas. Todas las aldeas del llano, en veinte leguas a la redonda, están infestadas: las gentes mueren como moscas.

Examinaba atentamente el gobernador el papelillo, creyendo encontrar alguna clave oculta o algún santo y seña misterioso entre aquellos diversos caracteres de letras, rechondas y apretadas unas, largas y finitas otras, diminutas cual patitas de moscas entrelazadas que se prolongasen en forma de cadeneta, las últimas.

Las sacaba, y después bebía como si tal cosa. Las moscas huyeron cuando la cara viva se inclinó sobre la muerta, y al retirarse tornaron a posarse. Entonces Ballester cubrió la faz de su amiga con un pañuelo finísimo. Guillermina volvió más tarde. Subía del cuarto de Plácido a decir a Ballester algo referente al entierro.

Su vida nueva despertaba los sentidos de Silas a punto de reanimar la alegría de éste, aun a la vista de las viejas moscas adormecidas por el invierno que salían con esfuerzo arrastrándose al sentir los primeros rayos del sol de primavera. La niña reavivaba la alegría del tejedor, porque ella misma era alegre.