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¡La salida! repitieron los contrabandistas con espanto, sin saber de lo que se trataba. ¿Qué salida? preguntó el gitano . Usted está soñando, padre mío, y me temo que sea un mal sueño; porque los aduaneros empiezan a bajar y las balas silban. ¡Oiga!... ¡Pero, Dios mío!

Otro día echaron gente en Malta y volviéronse luego á embarcar con pérdida de gente, por estar los de la isla apercibidos y con caballería, ques lo que más temen los turcos. El Bajá tiró luego á recoger y se levó. Pasó junto al castillo, de donde tiraron muchas balas. Las galeras de Malta salieron á hacer lo mismo, pero no hicieron daño ninguno.

Tres disparos resonaron: dos piratas fueron muertos, y un tercero quiso huir lanzando ayes; pero fué a caer entre la yerba. Los demás lograron llegar hasta el bosque, no sin recibir otra rociada de balas. ¡Es valiente esa canalla! exclamó Van-Horn . Si cortan unos cuantos horcones más, dan en tierra con la casa.

Y sonó la descarga. A una distancia tan corta, las balas, llegando en masa sobre el tabique, lo hundieron en parte, y antes de que los marineros hubiesen vuelto a cargar sus armas, una masa espantosa les derribó y pasó por encima de ellos lanzando horribles mugidos.

Llevada la resistencia hasta fines de junio ó sea á los ochenta y un días de la llegada de los turcos; cuando quedaba, según se creyó, para dos la insuficiente ración de agua, no teniendo los baluartes ningún cañón en uso; después de caer sobre ellos 12.000 balas y 40.000 flechas; reducida la gente á 800 hombres de armas tomar, les animó el General á una salida desesperada que había de verificarse en dos columnas.

Y procuró aparecer sereno dominando el temblor convulsivo de sus piernas, y trató de distraerse pensando en otras cosas. Alguien se burlaba de él en su interior y le decía: Si tiemblas ahora, antes de los momentos supremos, ¿cómo te portarás cuando veas correr sangre, arder las casas y silbar las balas?

Ya dije que los heridos se habían transportado al último sollado, lugar que, por hallarse bajo la línea de flotación, está libre de la acción de las balas. El agua invadía rápidamente aquel recinto, y algunos marinos asomaron por la escotilla gritando: «¡Que se ahogan los heridos

Pasemos, con los ojos cerrados, por la galería de las catorce puertas, donde cada palo exhibe sus trabajos mejores, y cada industria compuso la puerta de su departamento, la platería con platas y oros y dos columnas de piedra azul, la locería con porcelana y azulejos, la de muebles con madera esculpida como hojas de flor, y la de hierro con picos y martillos, y la de armas con ruedas, cureñas, balas y cañones, y así todas.

Pusieron dos piezas á la marina con que batieron las galeras hasta meterlas en fondo, que no se podía estar soto cubierta, que de lo demás, ya ellas estaban en seco en pasando la cresciente. En las galeras mató mucha gente la artillería, que de 3.000 balas que tiraron mientras duró el cerco, el mayor daño que hicieron fué en las galeras.

Estos, acostumbrados á que las columnas españolas cuando la guerra de Independencia, para atravesar aquellos caminos tenían que ir protegidas por el fuego de la artillería, se creían inexpugnables en aquellas fortalezas naturales, y sostuvieron largo rato el fuego; pero pronto abandonaron sus posiciones, entregándose una vez más á su sport favorito: correr para ponerse á prudencial distancia de las balas del ejército.