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Actualizado: 12 de septiembre de 2024


Al llegar a este punto de su interesante diálogo, ambas interlocutoras oyeron en la calle terrible estruendo de voces, silbidos y carreras. Se asomaron a la ventana y miraron por la celosía. Apenas tuvieron tiempo de ver pasar atropellada muchedumbre de gente, y una vaca brava, atada a una larga y recia soga, de la que tiraban catorce o quince mozos de los más robustos y ágiles.

Viéndole de tal modo, con la desesperación impresa en el semblante, Clementina dejó al cabo de hablarle en aquel tono. Movida de piedad comenzó de nuevo a besarle cariñosamente. Pero él rechazó sus caricias; la apartó con suavidad diciendo: ¡Déjame! ¡déjame!... Así me haces más daño. Dos lágrimas asomaron a sus pupilas y estuvieron largo rato allí detenidas.

Doña Manuela y Leocadia se asomaron al balcón, y la última, al verle pasar bajo un farol y desaparecer por el arco hacia la Plaza Mayor, tuvo una frase, que era la abreviatura de la situación por que atravesaba la familia. ¡Qué raro se me hace esto! ¡Parece mentira que sea de casa!

El P. Gil se puso densamente pálido: asomaron dos lágrimas a sus ojos; pero no hizo movimiento alguno para arrojarse sobre su agresor. Gracias a la actitud resuelta de Obdulia, el asunto no fue llevado a los tribunales.

Sintió en la boca la amargura salitrosa; cegaron sus ojos, las aguas se cerraron sobre su rapada cabeza; pero entre dos olas se formó un pequeño remolino, asomaron unas manos crispadas y volvió a salir. Los brazos se dormían; la cabeza se inclinaba sobre el pecho como vencida por el sueño. A Juanillo le pareció cambiado el cielo: las estrellas eran rojas, como salpicaduras de sangre.

¿De Marta? ¿Qué consejo te ha dado? Tómala aparte, uno de estos días me ha dicho, y explícate con ella. Cuando Olga no quiere a alguién, lo aborrece, y me daría mucha pena que no te tuviera cariño. ¿Marta ha dicho eso? exclamé, y las lágrimas me asomaron a los ojos. ¡Qué corazón, qué corazón de oro! , ha dicho eso y muchas otras cosas más para explicar tu temperamento y excusarte.

En la casa de Elorza se asomaron tres o cuatro personas, que también se metieron velozmente, y ¡oh dolor!, al retirarse cerraron tras los balcones. ¡Ea, ya oímos lo que teníamos que oír! ¿Han cerrado los balcones? , señor, los han cerrado y han hecho perfectamente. De aquella muchedumbre salió un suspiro apagado de fatiga y de rabia.

La Gorgheggi calló un momento, porque la ahogaba la emoción; ira, pena, vergüenza.... Dos lágrimas, que debían de saber a vinagre, se le asomaron a los ojos. El infame tuvo el valor de insultarme como a una mujer perdida...; me amenazó con la justicia, con plantarme en el arroyo.... Yo eché a correr; salí a la calle, como estaba, sin sombrero.... Pero volví.

El alboroto había subido de tal suerte y la gritería era tan escandalosa, que algunos balcones de la vecindad dejaron escapar un chirrido y se abrieron discretamente. Las cabezas investigadoras que por ellos asomaron, no logrando enterarse de lo que ocurría y temiendo resfriarse, se retiraron al instante.

Le vi apretar las cejas y palidecer; era, sin duda, que leía lo de ganso. Luego se le aflojaron las cejas, le comenzó a temblar una mejilla, le asomaron lágrimas a los ojos, dejó caer la carta, sin acabar de leerla, se cruzó de brazos, estuvo silencioso largo rato, mirando al muerto, sollozó: «Para ti, alma generosa, no es noble ni decorosa la terrena inhumación.

Palabra del Dia

jediael

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