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Actualizado: 13 de septiembre de 2024
Volveremos á pasar el puente, saliendo de la puerta de Francia; pero U. me dará un certificado de lo ocurrido para quejarme contra U. por medio del ministro de mi país. La observacion produjo su efecto, porque el comisario tomó un aire de proteccion generosa y me interrogó. ¿Con qué objeto entran UU. á Francia? Con el de conocer á Estrasburgo y visitar á una familia en el departamento.
La señora se había puesto de pie, pálida como un cirio... y si sus piernas la hubieran obedecido, habría huído de aquella casa, donde nada tenía ya que hacer, puesto que su intención era otra bien distinta de la que la santita le prestaba: repugnábale pasar por más generosa de lo que, humanamente, se creía capaz... Y se oyó la vocecita fresca: ¡Es la tía Silda, mamá, es la tía Silda!
Pensó unos instantes en su amigo, alma grande, generosa, y mentalmente se preguntó si no sería bueno comunicarle el proyecto, pero mentalmente se contestó tambien que Isagani nunca querría tomar parte en semejante carnicería... A Isagani no le habían hecho lo que á él.
La llamaban Rafaela, y por sus altas prendas y rarísimas cualidades la apellidaban la Generosa. Rafaela apenas tenía entonces veinte abriles. Era gaditana, y hubiera podido decirse que se había traído a Lisboa todo el salero, la gracia y el garabato de Andalucía. Yo la vi por vez primera, decía el Vizconde, en aquella plaza de toros.
Las nuevas ideas, que entonces conmovían profundamente el corazón de la juventud, habían hallado en el joven Lázaro un creyente decidido. Era uno de los que, brotados en el tumulto de un aula de Filosofía militaban con pasión generosa en las filas de los propagadores políticos, entonces tan necesarios.
Pero todo se suspendió y durante uno o dos minutos, nadie prestó atención ni al diestro de las banderillas ni al toro puro tampoco, distraída y embelesada la gente por la aparición de Rafaela la Generosa.
Esto hace, señor, que V. A. haya de mirar como estimables efectos de la generosa piedad de vuestro padre, lo que se os ofrece como á tan amado y tan amante hijo, y este título lo hace crecer tanto, que fué en mí lo que últimamente resolvió mi respetuosa timidez, para ofrecer á un Fernando, Príncipe de Asturias, aquello que se dignó mirar como suyo un Philipo, Rey de las Españas.
D. Quijote, sí, es él mismo dijo el inglés . D. Quijote degenerado y nacido de cruzamientos, pero que algo conserva de la generosa sangre del padre, como el mulo lleva en sí un poco de la dignidad y nobleza del caballo. ¡Cómo! ¿Llama usted mulo a un hombre como yo? exclamó Congosto requiriendo coléricamente la espada.
Sintió Delaberge rebelarse contra todo ello su lealtad generosa. Era necesario a toda costa impedir que el castigo, si castigo había, pudiese caer también sobre una cabeza inocente. No era justo que Simón pagase las faltas cometidas por su madre y por un extraño, en momentos de debilidad que no habían dejado huella ninguna... No era Delaberge un gran filósofo.
La que libre, feliz y soberana Bebia la virtud republicana En el soplo viril del huracan; La que en alas del rápido pampero Parecía decir al mundo entero: «Adonde vá mi viento el brazo vá.» La que Atenas del mundo Americano Distribuyó con generosa mano De ilustracion y de verdad el pan, Y en la mente sin luz de la criatura Encerraba la ardiente levadura Que con la edad debia fermentar?
Palabra del Dia
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