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Carvallo cuando allí llegue. La algazara promovida por estos sucesos que atrajo al cuarto de Teletusa en donde ocurrían. Tal ha sido la causa de mi tardanza en venir por aquí, donde algún indicio leve tenía yo de que tan dulce bien me aguardaba. Por dicha, y merced a vuestra destreza, serenidad y generosa sangre fría, todos hemos llegado a tiempo de evitar una tragedia.

Entonces, soy más generosa que , y, llegado el caso, no llevarías una suegra en tu equipo. Pues yo te declaro que no me casaría jamás con una mujer que no te venerase como a su madre. En este instante pasaron por la calle dos sombrillas en el fondo de una carretela, como un relámpago azul y rosa.

Pero la verdad es, Ana, que Pedro Real tiene razón. ¿Razón, Pedro Real? dijo Ana con una risa cristalina, de madre generosa . No, Juan.

Para el segundo no hay el recuerdo de ayer, ni la prevision de mañana; no hay mas que lo presente, el goce de ahora, lo demas no existe; para el primero hay la enseñanza de lo pasado, y la vista del porvenir; hay otros intereses que los del momento, hay una vida demasiado anchurosa para limitarla á lo que afecta en este instante; para el segundo el hombre es un ser que siente y goza; para el primero el hombre es una criatura racional, á imágen y semejanza de Dios, que se desdeña de hundir su frente en el polvo, que la levanta con generosa altivez hácia el firmamento, que conoce toda su dignidad, que se penetra de la nobleza de su orígen y destino, que alza su pensamiento sobre la region de las sensaciones, que prefiere al goce el deber.

¡Oh Rivadavia! tu alma generosa Hoy preside esta fiesta deliciosa, Y tu nombre querido, en dulce coro Brota del corazon, húmedo en lloro! Cuán hermosa es tu gloria! Es preferible Al cruento lauro del adalid terrible!

Y todavía aún la hubiera amado porque era honrada, por ese atractivo inexplicable que para todo humano inmortal tiene el prohibido fruto; la habría también amado por un impulso de generosa simpatía, porque mejor que a nadie eran notorias a Pedro las íntimas tristezas de la vizcondesa.

Al darnos de cara con Luisa, al recibir el saludo de su ademan y de sus ojos, aquel tierno saludo de un alma buena y generosa; al vernos casi enfrente de aquella mujer que poco antes se moria, de aquel cadáver resucitado, se nos oprimió el corazon, y quedamos allí como dos figuras de piedra. ¡Pobre Luisa! ¡Alma tierna!

Cuando la mujer gris me dejó solo en mi cuarto, me empeñé obcecadamente en considerar por su lado más negro la generosa empresa acometida por aquellos abnegados tablanqueses, y volví a asomarme al balcón.

Le habían pintado su misión de suerte que, impresionada la imaginación, veía en el sacerdocio el apostolado de toda idea generosa.