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Allí se reunían una tía y dos primas de don Eugenio a quienes por ser muchachas y frescas no quería el párroco tener consigo a diario en la rectoral ; el ama, viejecilla llorona, estorbosa e inútil, que andaba dando vueltas como un palomino atontado, y otra ama bien distinta, de rompe y rasga, la del cura de Cebre, que en sus mocedades había servido a un canónigo compostelano, y era célebre en el país por su destreza en batir mantequillas y asar capones.

Con tal destreza las concordaba, que del diabólico conjunto resultaba un arma tremenda, algo que llevaba la muerte en sus acometidas y era, al propio tiempo, escudo impenetrable.

Empuñola Suárez, y comenzó a manejarla con singular destreza. ¿No canta usted? le preguntó la madre. Al tiempo de lavarme únicamente. Pues aquí la hermana San Sulpicio lo hace muy bien. Alguna vez la hemos oído en el colegio... el día del santo del superior, que es cuando se permiten esas cosas.

Los que habían bailado con las bellezas de la sala tenían la cara resplandeciente de felicidad y acogían, sonriendo, las bromitas de sus amigos, mientras los que habían apechugado con las feas, un tanto mohínos, ponían por las nubes la destreza en el baile de sus parejas.

Al arma blanca se substituye muchas veces la pistola, arma de cobarde, con que nada le queda que hacer al valor sino morir; en que la destreza es infame si hay superioridad, e inútil si hay igualdad.

En este tiempo andaba con presteza Juntando Juan Ortiz mucha comida: El Sargento mayor sin pereza De los indios buscando la manida; Y tanto calor pone, y tal destreza, Que la miseria en breve fenecida, Que el indio tiene, deja y los buhíos Barridos de alto á bajo, y muy vacios.

Y la pluma del viejo periodista, tanto tiempo colgada, nada había perdido de su destreza y proverbial causticidad; vibraba a impulso de la indignación con tal donaire y desenfado que puso inmediatamente de su lado al público indiferente.

Yo era mayor que él y cuando lo conocí por primera vez no pude menos de reírme de lo que creía era ignorancia suya. Pero pronto me di cuenta que él había sacado doble provecho que yo de sus viajes y aventuras en el corto tiempo que llevaba de navegación, pues tenía una hábil destreza para desertar e internarse en los puntos que deseaba, siempre que se le ofrecía una oportunidad.

Apeaos, y usad de vuestro compás de pies, de vuestros círculos y vuestros ángulos y ciencia; que yo espero de haceros ver estrellas a mediodía con mi destreza moderna y zafia, en quien espero, después de Dios, que está por nacer hombre que me haga volver las espaldas, y que no le hay en el mundo a quien yo no le haga perder tierra.

En verdad, Pepe Vera había estado admirable. Todo lo que había hecho en una situación que le colocaba entre la muerte y la vida, había sido ejecutado con una destreza, una soltura, una calma y una gracia que no se habían desmentido ni un solo instante.