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Actualizado: 26 de julio de 2025


Mientras éstos atravesaban la laguna Mamoré, ciertos Guarayos que por gran tiempo habían militado á su sueldo, abiertos los ojos y volviendo sobre mismos para ponderar el poco bien y mucho mal que se les hacía, y que al fin no podían esperar de aquel azaroso oficio más que una muerte desgraciada por término de una vida infeliz, resolvieron desertar y buscar lugar donde vivir con seguridad y reposo, y valiéndose de la obscuridad de la noche se retiraron hacia Poniente á una campaña, dos jornadas más adelante de aquel lago, y por hallarse sin mujeres hicieron las amistades con los Curacanes, sus confinantes por el lado del Septentrión.

La procesión no tenía armas. La supuesta debilidad del Gobierno se había trocado en inquebrantable firmeza. Algunos empezaron á desertar, desfilando por la calle de Milaneses y la plazuela de San Miguel. El retrato descansaba en tierra y se movía adelante y atrás, poco seguro en manos de sus portadores.

Los campos en donde pasé mi niñez no me hubieran visto desertar; el Océano no hubiera dejado de oir mi pobre voz; yo hubiera visto morir á mi madre y á mis hermanos.

Yo soy buena para amiga; no puedo ser ya más... aun cuando le amase. Somos de diferente casta. Le he estudiado a usted y veo que es sensato, honrado y tímido. Yo soy de la casta de los locos, de los desequilibrados; me alisté para siempre bajo las banderas de la bohemia, y no puedo desertar. Cada uno por su camino.

Pues bien, las jóvenes distinguidas no pudiendo soportar, como es natural, el contacto de otras jóvenes menos distinguidas, empezaban a desertar del paseo acostumbrado yéndose por pelotones al otro camino. Desde allí, irguiendo la noble cabeza, miraban, al través de la red de carruajes, desfilar a sus enemigas naturales por el paseo de enfrente.

Yo era mayor que él y cuando lo conocí por primera vez no pude menos de reírme de lo que creía era ignorancia suya. Pero pronto me di cuenta que él había sacado doble provecho que yo de sus viajes y aventuras en el corto tiempo que llevaba de navegación, pues tenía una hábil destreza para desertar e internarse en los puntos que deseaba, siempre que se le ofrecía una oportunidad.

En esta sociedad reinaba doña Nieves como en un salón, siendo ella la que pronunciaba las frases maliciosas y chispeantes sobre el suceso del día, y los otros los que las reían. Corríase algunas veces hacia la mesa inmediata, sobre todo a última hora, cuando sus amigos, gente que tenía que madrugar, empezaba a desertar del local. Entonces se formaba una segunda peña.

Pero los Luna no pueden desertar, como tantos pillos que han traicionado la causa de Dios. Aquí hemos nacido y aquí hemos de morir hasta el último de la familia.

Mientras tanto, para que no se le escapen, hace esfuerzos portentosos por entretener a sus compañeros, hablándoles de lo que más puede interesarles, sobre todo a don Juan, que manifestaba tendencias muy señaladas a desertar, seducido por la idea absurda de dar un paseo por la quinta y hacer una visita al molino como otros de los invitados.

Eso es imposible, Stein; lo repito, ¡es imposible! exclamó el duque, levantándose en un estado de agitación que crecía por momentos . Nada puede haber en el mundo que os obligue a abandonar vuestra mujer, a separaros de vuestros amigos, a desertar de vuestro empleo y a dejar plantada vuestra clientela, como podría hacerlo un tarambana. ¿Tenéis ambición? ¿Os han prometido mayores ventajas en América?

Palabra del Dia

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