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Actualizado: 15 de septiembre de 2024
Este era el paradero nocturno de todos los vagos de la ciudad y famoso entre la gente maleante, no solamente por la comodidad que, a poco costo, se obtenía en él, cuanto por la relativa seguridad que se disfrutaba: en caso de producirse visita de la autoridad, los propietarios tenían dispuestas las cosas de modo tal, que la clientela tenía fácil escape.
Como si fuera tan malo cuanto en la Península se produce, que nadie quisiese comprarlo sino por fuerza, entienden que, separada Cuba de España, no tendremos á quien vender. Los diecisiete y medio millones de españoles peninsulares, asegura el Sr. Merchán que estamos amenazados de miseria y de muerte si perdemos la clientela forzada de 1.200.000 blancos y 400.000 negros sus compatriotas.
Ninguna muchacha casadera le hubiese rechazado por su físico, pero me habría extrañado mucho que se echase al agua por él. Además, se veía que no llegaría a los cuarenta años sin tener vientre. Difícilmente otro médico podía ser más a propósito que él para la clientela. Sin parar mañana y tarde, afectuoso con lo más alto y lo más bajo de la sociedad, no desentona nunca.
Vivía el tal en la travesía de Moriana, en un cuarto grande, polvoriento, tenebroso, lleno enteramente de muebles y cuadrotes de vario gusto y precio, despojos de su enorme clientela. Museo del lujo imposible, del despilfarro, de las glorias de un día, aquella casa era toda lágrimas y tristeza.
La fatiga del paseo y de la escalera le duraba aún cuando vio entrar al más simpático de los doctores, Moreno Rubio, despidiendo tufo de alegría, como un preservativo contra las tristezas de la medicina. Médico de gran saber y aplicación, había alcanzado mucha fama y tenía una clientela brillantísima.
Kimble era esencialmente un apellido de doctor, así es que era difícil imaginar en esta triste realidad que el Kimble actual no tenía hijo, y que, por lo tanto, su clientela podría ser transmitida un día a un sucesor que llevara el incongruente apellido de Taylor o de Johnson. Pero, en tal caso, los vecinos más razonables de Raveloe llamarían al doctor Blick de Flitton, lo que sería más natural.
En la lenta convalecencia y total soledad de Nucha, falta le hacía que alguien se consagrase a tan piadoso oficio. Máximo Juncal venía un día sí y otro no; pero casi siempre de prisa, porque iba teniendo extensa clientela: le llamaban hasta de Vilamorta.
Lo único que le traía disgustado era la mala educación y la ignorancia de su clientela, que se empeñaba en llamar á su establecimiento «boliche», como en los primeros días de su fundación, sin querer reconocer los engrandecimientos importantes realizados por su dueño, ni el rótulo de «almacén» que figuraba sobre la puerta.
Hacía más de dos siglos que esta ilustre familia se transmitía, de varón en varón, el estudio de la calle de Verneuil con la más elevada clientela del faubourg Saint-Germain. El cargo no había sido cotizado, toda vez que jamás había salido de la familia; pero, a juzgar por los beneficios de los cinco últimos años, no era posible evaluarlo en menos de trescientos mil escudos.
Hay un espléndido palacio en la Tercera Avenida, que es el Faubourg Saint-Germain de Nueva York, que fue construido por una famosa partera, cuya habilidad y discreción le habían valido esa opulenta clientela. Las malas lenguas aseguran que los procedimientos secretos de Missis X. han impedido de una manera notable el aumento de la población neoyorquina.
Palabra del Dia
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