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Samuel Johnson dice que Pope escribió su oda a La Soledad a los doce años, y sus Pastorales a los dieciséis: de los veinticinco a los treinta, tradujo la Ilíada. El infeliz Chatterton logró engañar con una maravillosa falsificación literaria a los eruditos más famosos de su tiempo: rebosan genio la oda de Chatterton a la Libertad y su Canto del Bardo.

Kimble era esencialmente un apellido de doctor, así es que era difícil imaginar en esta triste realidad que el Kimble actual no tenía hijo, y que, por lo tanto, su clientela podría ser transmitida un día a un sucesor que llevara el incongruente apellido de Taylor o de Johnson. Pero, en tal caso, los vecinos más razonables de Raveloe llamarían al doctor Blick de Flitton, lo que sería más natural.

No siendo ésta la verdad, indiquele como causa que habiéndome criado en una provincia apartada y formándome sin estudios ordenados, la lengua de los conquistadores había debido conservarse allí más tiempo sin alteraciones sensibles, lo que corroboraba yo con muchos hechos, y aceptaba él como plausible, bien así como los ingleses insulares de hoy han hallado en Norteamérica locuciones que atraía Johnson y no conserva Webster en su Diccionario.

En las obras de Chapmann y de Ben Johnson se trasluce ya la influencia de la antigüedad, y comienza á oponerse al progresivo desarrollo del drama nacional, y por otra parte no debemos olvidar que no salió el religioso de la situación en que lo dejó la Edad media, ni fué cultivado en lo sucesivo con arreglo á principios artísticos más perfectos.

Tengo un taller, montado con los últimos adelantos de la ciencia y de la industria; tres máquinas, una Wilson y otra Wheeler, para coser la caña, y una Johnson para hacer ojales, que puede que no haya media docena como ellas en toda la península. Mi clientela, la espuma de la sociedad; y todos satisfacen sus facturas a tocateja. ¿Qué más puedo pedir? ¡Ay mi amada! ¡Oh dolor!

¡Cómo! exclamó la Roubinet con indignación. ¿No conoce usted a la señorita de Marchef, que compuso un libro titulado «Las mujeres, su pasado, su presente y su porvenir...»? ¿Ni a la señorita Bertin, que hizo un volumen coronado por la Academia Francesa y hasta compuso dos óperas?... Hay además Miss Frances Brown, poetisa; Miss Martineau, la ilustre filósofa de opiniones un poco atrevidas... Miss Cummins, Miss Sedwick, Miss Wetherell, Miss Lothropp, Miss Johnson, americanas cuyas obras habrá usted leído; Miss Pardoc y Miss Kavanagh, novelistas inglesas; las señoritas Poulet y Luisa Stappaerts, poetisas belgas; la señorita Gatti de Gamond, prosista de mérito; las señoritas Fleuriot, Marechal y Monniot, cuyas obras han hecho la dicha de las generaciones nuevas, y no cuántas más...