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Actualizado: 16 de junio de 2025


Conocía de un cabo á otro el faubourg Saint-Germain, teatro imprescindible de las novelas de su homónimo, y trataba familiarmente á los personajes que allí figuraban. Estaba á la vez enamorado de Julia Trecœur la Petite comtesse y Sibila, y admiraba profundamente el carácter extravagante y las maneras cortesanas y el valor de Monsieur de Camors.

El faubourg Saint-Germain, como el hijo respetuoso de Noé, cubrió con su manto de púrpura los antiguos extravíos del anciano. Los hombres le trataron con consideración; las mujeres con benevolencia. ¿En qué país y en qué época han dejado ellas de tener indulgencia para las malas personas? Se le miraba como un viajero que había atravesado comarcas desconocidas.

LA CHOUTE. ¡No es profesor, y su verdadero nombre es el de Bouzigue...! ¡No puedes imaginarte un viejo macaco semejante...! Si me dijeran que había estado preso, no me asombraría. ¡Ha hecho de todo...! Pues verás: volvía yo de Saint-Germain, adonde había ido para ver a mi tía Josette; subo a un coche del ferrocarril, donde se encontraba ya un señor anciano, bien portado, que tira su cigarro en cuanto me sintió.

Hay un espléndido palacio en la Tercera Avenida, que es el Faubourg Saint-Germain de Nueva York, que fue construido por una famosa partera, cuya habilidad y discreción le habían valido esa opulenta clientela. Las malas lenguas aseguran que los procedimientos secretos de Missis X. han impedido de una manera notable el aumento de la población neoyorquina.

¿Dónde están los licenciados de presidio? ¿Los hay en Vaugirard? No, señora, en el departamento del Sena no hay ninguno. ¿Los hay en Saint-Germain? No. ¿En Compiègne? No. ¿En Corbeil? . ¿Cuántos? ¿Usted espera cogerme en falta? Con eso cuento. Pues bien, hay cuatro. ¿Sus nombres? ¡Vamos, César! Rabichon, Lebrasseur, Chassepie y Mantoux. ¡Toma!

De malísimo humor volvió aquella noche al Grand Hôtel el tío Frasquito: había aguantado dos horas el aristocrático aburrimiento del Círculo de la Unión, sancta sanctorum del Faubourg Saint-Germain masculino, en que tan escasos profanos logran entrada franca, y es, por lo mismo, objeto codiciado por todos los vanidosos ilustres.

Primero, un maestro cocinero de primer orden, que acababa de abandonar una antigua casa del faubourg Saint-Germain, con gran pesar, pues tenía sentimientos aristocráticos, y le costaba mucho ir a servir a algún burgués, o a extranjeros.

Es un Alcibíades burgués que se acomoda a todas las costumbres. Es apreciado en el faubourg Saint-Germain por su reserva, en la Calzada de Antin por su ingenio y en la calle Vivienne por su franqueza. Las mujeres, fuese cualquiera su posición, trabajaban activamente por él; ¿y sabéis por qué?

Hacía más de dos siglos que esta ilustre familia se transmitía, de varón en varón, el estudio de la calle de Verneuil con la más elevada clientela del faubourg Saint-Germain. El cargo no había sido cotizado, toda vez que jamás había salido de la familia; pero, a juzgar por los beneficios de los cinco últimos años, no era posible evaluarlo en menos de trescientos mil escudos.

Recordando a las princesas rusas, a las ladies inglesas, a las condesas alemanas, a las francesas del Faubourg Saint-Germain, y hasta a las griegas fanariotas, que había tratado con la mayor intimidad, iba sosteniendo que no valían un bledo todas las mujeres que se paseaban en aquel momento en los jardines.

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