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En el «Memorial de diversas hazañas» que escribió Mosén Diego de Valera referentes al reinado de Don Enrique IV, dice el autor: «en el mesmo año se mostró otra muy grand llama en el cielo y lo que mayor turbación dió en todos los deste Reyno, fué que teniendo el Rey en Segovia en su palacio «muchos» leones y leonas e habiendo ende uno muy grande á quien todos los otros obedecían se comenzó entre ellos tan grand pelea que todos se juntaron contra el mayor león y le mataron e comieron parte de él: de ende todos pronosticaron ser cercana la muerte del Rey ó gran caida

Ayer presentó el italiano su renuncia a las Cortes, y una hora después estaba aceptada... Hoy ha salido para Lisboa a las seis, y a estas horas estará ardiendo Madrid por todos los cuatro costados... Más de veinte telegramas hay ya en el Grand Hôtel pidiendo cuartos. Y mientras esto decía Diógenes, muy acalorado, subía con Jacobo las gradas que llevan del patio a la terraza del Grand Hôtel.

El timbre eléctrico que anuncia aux hommes d'équipes la llegada de nuevos viajeros, comenzó a repicar en aquel instante, y, a poco, llegó Gorito Sardona, muy conmovido, anunciando que la señora de López Moreno se apeaba en aquel momento en el Grand Hôtel, que venía de Madrid, y que a poco más la asesinan en el camino. ¡Trae una oreja colgando! añadió tirándose de una suya.

Y mientras se calzaba las pantuflas y se envolvía en una bata de abrigo muy bien enguatada, iba discurriendo que el modo seguro de averiguar de cierto lo que sobre el particular hubiera, era preguntar al tío Frasquito lo que había hecho de aquellos tres sellos que en el Grand Hôtel le había regalado.

Miróle el tío Frasquito extrañado, y la curiosidad, que es la fuerza de resistencia más sufrida que se conoce, le clavó en el asiento... Quizá iba a despejar la X misteriosa que se debatía aquella misma tarde en la terraza del Grand Hôtel, la incógnita que representaba la presencia intempestiva de Jacobo en París, abandonando su Embajada de Constantinopla.

No le deseaba la muerte, pero hubiérale visto con gusto descender a la tumba, con tal que se llevase a ella el secreto. Jacobo preguntó: ¿Te acuerdas de aquella noche en que se te quemó el gorro de dormir en el Grand Hôtel?...

De malísimo humor volvió aquella noche al Grand Hôtel el tío Frasquito: había aguantado dos horas el aristocrático aburrimiento del Círculo de la Unión, sancta sanctorum del Faubourg Saint-Germain masculino, en que tan escasos profanos logran entrada franca, y es, por lo mismo, objeto codiciado por todos los vanidosos ilustres.

El coche se detuvo al fin en el Boulevard des Capucines, ante el vasto pórtico del Grand Hôtel. El nuevo lord Byron pagó con esplendidez al cochero y subió ligeramente las gradas, topándose en la misma puerta con un viejo alto, con grandes patillazas blancas, que se dirigía a la calle arrastrando los pies.

Las últimas personas que habían quedado rezando en la antigua capilla del Santísimo Sacramento, se habían ido, resonando sus pisadas sobre las baldosas hasta que hubieron desaparecido, y yo me encontré solo con la figura silenciosa y casi extática del hombre a cuyo lado, un año antes, había estado de pie en el Grand Circle del teatro Imperio, mirando y criticando una danza.

=Debió ser=, must have been. =El obelisco del Dos de Mayo=, above an octagonal granite base of four steps, rises a grand sarcophagus, square in form, covered with inscriptions, coats of arms, and a bas-relief which represents the two Spanish officers killed on the second of May, 1808, in the defense of Artillery Park.