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Actualizado: 29 de septiembre de 2024
El sol no se enseñoreaba ya sino de uno de los ángulos del salón: al retirarse dejaba claro y nítido el ambiente, en el cual resaltaban con admirable pureza el obelisco del Dos de Mayo y las agujas del museo de Artillería y de San Jerónimo. Los pequeños retrocedían ante la invasión de los grandes a los parajes más apartados, donde establecían nuevamente sus juegos.
Sí, repetia yo interiormente, el obelisco me atrae más que el arco, porque esto es más que aquello, y al pronunciar estas palabras me volví, y alcancé á ver, como una aparicion trémula, casi flotante, el suntuoso pórtico de la Magdalena, que parecia nadar sobre sus columnas.
Entonces, sin poder resistir á mis ideas, dije en alta voz: y aquello es más que esto; la iglesia cristiana es más que el obelisco asiático; la caridad del Redentor del mundo es más que el misterio de Sesostris. Me dirigí al coche, al mismo tiempo que el cochero avanzaba hácia mí, porque habiéndome oído hablar, se imaginó que le llamaba, ó quizá que estaba maniático ó que me habia vuelto loco.
Pesa próximamente.... ¿Cuánto dirán ustedes? ¿Quién puede saberlo? contestaron al par mis interlocutores. Calculen ustedes poco más ó menos. ¿Dos mil quinientos quintales? preguntó el compañero del brigadier. Más de cinco mil. Pesa muy cerca de veintitres mil arrobas. ¿Y esa columna es de una sola pieza? Una sola pieza. De otra manera no seria obelisco.
Solo de un modo podriais ser más desgraciados que los habitantes de esta Babilonia, que me aturde: teniéndoles envidia. =Dia sétimo=. Casa de Ciudad, arco del Triunfo, Obelisco. Mis queridos lectores, ayer os he hablado de las Casas Consistoriales y del arco del Triunfo, y os debo algunas palabras sobre ambos monumentos, representantes de célebres y poderosas tradiciones políticas de este país.
Al lado del edificio, una chimenea parecida á un obelisco, se eleva á más de diez metros sobre el edificio y parece aún prolongarse hacia el cielo por las negras columnas de humo que de ella salen.
En este momento se encienden los faroles de la gran plaza, cuyo centro ocupa este gigantesco panteon histórico, y la luna aparece á poco, entre nubes ligeras, por detrás de los árboles de las Tullerías, de las fuentes y del obelisco de la plaza de la Concordia. La fachada principal del arco está decorada por dos trofeos simbólicos: el uno representa la partida, y el otro la vuelta del ejército.
El obelisco no nos atrae, no nos llama, no nos interesa, no nos seduce, sino porque es una especie de escritura sagrada, un geroglífico que no comprendemos, un pensamiento que no adivinamos, el símbolo de una creencia, un símbolo de fe, un símbolo de religion.
La luna caia sobre los borbotones de agua y de espuma, y daba á la nube de agua que las fuentes arrojan, la diafanidad y el brillo del nácar, de la concha ó del cristal, mientas que en medio de las dos fuentes, emblemático y silencioso, se levantaba el monumento de otras edades, la creacion de otra raza, el peregrino de otras religiones, un viajero de otros climas, de climas remotos y poéticos; el obelisco de Loupsor, cerca del Cairo.
Las treinta y cuatro columnas, altas, delgadas y sencillas, que sostienen la plataforma de esta gran fábrica, dan al edificio una gracia ateniense, fantástica, aérea; parece que nadan por la atmósfera. Aquellas columnas tienen la arrogancia atrevida y la idealidad misteriosa del obelisco.
Palabra del Dia
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