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Este teatro no está á la altura de las Tullerías y del Louvre, del Panteon, de la Magdalena, de Nuestra Señora de Paris, del Luxemburgo, del Cuerpo Legislativo, del Senado, del Arco de la Estrella, de la Bolsa, de las Casas Consistoriales ó del Palacio de la Industria. No temo decirlo.

En este momento se encienden los faroles de la gran plaza, cuyo centro ocupa este gigantesco panteon histórico, y la luna aparece á poco, entre nubes ligeras, por detrás de los árboles de las Tullerías, de las fuentes y del obelisco de la plaza de la Concordia. La fachada principal del arco está decorada por dos trofeos simbólicos: el uno representa la partida, y el otro la vuelta del ejército.

La ciudad está naturalmente dividida en dos partes por la configuracion del suelo en que demora: la parte baja y antigua, que tiene su centro en la Gran-Plaza y su admirable Hôtel de Ville ó Palacio municipal; y la parte alta y nueva, que se extiende sobre la planicie de la colina, y tiene su magnífico centro aristocrático y monumental en el Parque, que es el «jardin de las Tullerías» de Brusélas.

Si lo supiera M. Thiers, y fuera ahora ministro, apostaria una oreja á que me regalaba el gran cordon de la Legion de Honor, y veinte cordones que tuviera á mano. Dimos una vuelta por el paseo del Palacio Real, alargándonos hasta las Tullerías. Recorrimos la parte del Louvre en donde soliamos sentarnos con Lesperut, creyendo hallarle allí; pero no le vemos por ninguna parte.

El 18 de diciembre de 1835 sale de Buenos Aires, y al subir a la galera, dirige en presencia de varios amigos sus adioses a la ciudad. «Si salgo bien dice, agitando la mano , te volveré a ver; si no, ¡adiós para siempre!» ¿Qué siniestros presentimientos vienen a asomar en aquel momento su faz lívida, en el ánimo de este hombre impávido? ¿No recuerda el lector que algo parecido manifestaba Napoleón al partir de las Tullerías para la campaña que debía terminar en Waterlóo?

He visto aquel anuncio singular en una empalizada, cerca del lujoso edificio que se está levantando en la misma calle donde finalizan las Tullerías y el Louvre, y que es la décimo-tercera alcaldía de Paris. ¿Llegará dia en que los poemas épicos se escriban en prosa tabernaria? Una particularidad hemos notado mi mujer y yo.

Fortunato Roussel acababa de ser nombrado capitán de la Guardia Nacional de caballería, cuerpo aristocrático en el que procuraban servir entonces todos los elegantes de París. Al felicitarle por su nombramiento, Clementina dijo á su primo: Ya estás enteramente metido en honores.... Serás recibido por el Emperador en las Tullerías.... Te estoy viendo entrar en gran uniforme.... Estarás magnífico.

Hizo entonces una valiente protesta en que sacó a relucir sus leales opiniones alfonsinas, y mandando a un viejo empleado en la contaduría de la casa que guiase a sus habitaciones a aquellas gentes y presenciara el registro, retiróse dignamente a la sala de billar, seguida de sus doncellas como una reina de sus damas: allí hizo traer a los dos niños, Lilí y Paquito, y abrazándolos tiernamente y sentándolos en sus rodillas, parecía parodiar el triste grupo de la reina María Antonieta, refugiándose con sus hijos en un rincón de las Tullerías, invadidas por el populacho.

Pero el 10 de Agosto se aproximaba, se le sentía venir. Sabíase de antemano que el fuerte de las Tullerías sería atacado, que los días del rey correrían peligro; que la Constitución de 1791, pacto provisional de conciliación lo que debía ser más tarde: un refugio contra las derribado o elevarse triunfante entre ríos de sangre.

Desde dentro del jardin de las Tullerías, alcanzábamos á ver en dos filas simétricas los muchos faroles de gas que alumbraban los campos Elíseos, hasta el mismo arco de la Estrella, presentándose á nuestros ojos aquellas dos filas como dos columnas flotantes de fuego.