United States or Spain ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Cómo, con tales prendas, Clementina no tenía pretendientes y se disponía á la ingrata tarea de vestir imágenes? Fortunato daba la explicación en pocas palabras: "Produce cierta inquietud y malestar, decía; ¡le parece á uno que está haciendo la corte á un hombre!"

Un asunto de conversación la preocupaba sobre todo y le abordaba con frecuencia, aunque fuese motivo para que su desacuerdo con Fortunato se acentuase con violencia. El abuelo de Roussel, general del primer imperio, había recibido de Napoleón primero el título de Barón después de la campaña de 1813, en la cual se había portado como un héroe.

¡Ah! mi querido padrino; si usted hablase con ella solamente un cuarto de hora, estaría usted seguro de ello. La dulzura de su voz, la gracia de su mirada, todo atestigua un corazón exquisito. Yo creo que si te has puesto á amarla tan deprisa y tan fuerte, dijo Fortunato sonriendo, es que tiene un encanto irresistible. Y con todo eso, es tan modesta, tan bien educada....

La señorita Guichard supo por los periódicos el éxito del pupilo de Fortunato y quiso ir á la exposición de pinturas. Fué sola temiendo venderse y que Herminia conociese su ira.

Mauricio no volvió al colegio. Fortunato había llegado á la edad en que el hombre siente placer en vivir dentro de su casa á condición de no estar en ella enteramente solo, y gracias á su hijo adoptivo, encontró el atractivo que podía conducirle al hogar y retenerle en él. Al niño debió, pues, la rectitud de su vida, la seriedad de sus pensamientos, la dignidad sonriente de su madurez.

Convinieron en verse para tratar de ponerse de acuerdo y todas las tardes iba Fortunato á tomar una taza de en casa de Clementina.

Tan poco entusiasmo demostró, que su prima concibió un violento despecho, que se manifestó, no ciertamente con frialdades, sino con un aumento de amabilidad. Lo peor del caso fué que este modo de estar amable tenía en Clementina algo de molesto y de autoritario que crispaba los nervios de Fortunato. Parecía decirle: "Estoy condescendiente con usted, porque usted me pertenece.

Entre usted en este otro cuarto y suceda lo que sucediere, ni una palabra ni intente salir hasta que yo lo busque. Fortunato no se distinguía por la bravura y de buena gana habría querido tocar de suela; pero sintiendo pasos en el patio, la carne se le volvió de gallina, y con la docilidad de un niño se dejó encerrar en la habitación contigua.

La gratitud por tan magno servicio exigía que Benedicta, entre ruborosa y complacida, murmurase un Pase usted adelante, aunque la casa no es como para la persona. Suponemos que esto o cosa parecida sucedería, y que Fortunato no se dejó decir dos veces que le permitían entrar en la gloria, que tal es para todo enamorado una mano de conversación a solas con una chica como un piñón de almendra.

«La Justicia le obligaba a reconocer que el actual obispo de Vetusta, don Fortunato Camoirán, era una persona respetable, un varón virtuoso, digno; equivocado, equivocado de medio a medio, pero digno. ¿Tenía un ideal? pues don Pompeyo le respetaba». Don Pompeyo no leía, meditaba. Pero meditaba.