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Actualizado: 6 de junio de 2025


Tres días después unos pescadores encontraron en las playas de Bocanegra el cuerpo del infortunado Fortunato. Su padre, el conde de Pozosdulces, y su jefe, el marqués de Salinas, recelando que el joven hubiera sido víctima de algún enemigo, hicieron aprehender a un individuo sobre el que recaían no sabemos qué sospechas de mala voluntad para con el difunto.

Fue una traición y Paula una ingrata. Sin embargo, el canónigo era un santo, la traición no había sido suya. Don Fortunato Camoirán no era capaz de traiciones. Le propusieron un ama de llaves y la aceptó, sin sospechar que a los pocos meses sería él su esclavo. Nada convenía a Paula como un amo santo.

Fuera de que siempre había profesado al hermoso y rico Fortunato la animosidad propia del hombre feo y pobre, sentía ahora cierta inquietud á causa de la actividad desplegada por él en servicio de la señorita Guichard. "Si se reconcilian, pensaba, será á costa mía y yo seré quien pague los gastos de la guerra."

Después de haber llorado al difunto lo que pedían las conveniencias, Fortunato y Clementina tuvieron una entrevista con el notario, el cual, al ilustrarles sobre las intenciones de su tío, les procuró una sorpresa que no era precisamente en los dos de la misma naturaleza.

Mas una noche, al regresar la joven de hacer entrega de costuras, halló a Fortunato bajo el dintel de la casa, y antes de que éste le endilgase uno de sus habituales piropos, ella con voz dulce y argentina como una lluvia de perlas y que al amartelado mancebo debió parecerle música celestial, le dijo: Buenas noches, vecino.

Han sido necesarios veinte años de lucha para llegar á ese resultado ... Pero no me arrepiento de mis esfuerzos. ¡Veinte años de lucha! Clementina llamaba lucha á la persecución que había hecho sufrir al buen Fortunato y contra la cual ni una sola vez se había éste rebelado.

A buena parte iba la correveidile de Glocester». Fortunato ya había dado palabra de honor de ir a la solemne sesión de La Libre Hermandad. Esto y el ver allí a la de Páez, su más fiel devota, agravó el mal humor del Vicario. Le costó trabajo estar fino y cortés y lo consiguió gracias a la costumbre de dominarse y disimular.

Que te echó una reprimenda ... Yo en su lugar.... Nada de eso; que me rogó que entrase, se explicó muy cordialmente conmigo, me acogió con gran benevolencia ... y después.... ¿Y después? repitió Fortunato estremeciéndose. Y después, me hizo quedarme á comer. ¿Has comido en su casa? Antes de ayer.

En una palabra, en todo y por todo Clementina se ingenió para atormentar, molestar y vejar al que se había empeñado en permanecer soltero. Así como ella se mantuvo sin casarse, para consagrarse por completo á la guerra continua que hacía á Fortunato. Acaso conservaba en el fondo de su corazón un resto de sentimiento por ese monstruo, como ella le llamaba.

Rugieron los instrumentos, y las parejas, poniéndose en movimiento al mismo tiempo, emprendieron la primera figura del rigodón. Bobart, preocupado con el doble conciliábulo que acababa de verificarse en el saloncillo, primero entre Herminia y Mauricio y después entre Mauricio y Roussel, en lugar de entrar en el salón de baile, se aventuró por el jardín en seguimiento de Fortunato.

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