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Actualizado: 25 de mayo de 2025
En El príncipe villano observamos una fábula novelesca, ya común y conocida, por lo menos, en cuanto al modo de presentarla en el teatro, muy vulgar en España, no siendo preciso atormentar mucho la imaginación para imprimirle algunas modificaciones y llevarla á la escena.
Así es que yo nunca la emprendía directamente con ella, porque era bruta y yo tenía miedo que me pegara. Con todo lo dicho, se comprenderá que me fuese imposible, absolutamente imposible, dejar de poner en obra mi malicia, para hacer rabiar a mi tía y atormentar a mi cura.
Parecíale que tenía sobrado derecho de atormentar a la mujer que había pretendido hundirle en la apostasía y el perjurio.
«Es de maravillarse decía que, siendo aquí vieja costumbre atormentar a los nuevos con las más crueles invenciones, así que yo penetré en el claustro, mirando a todos muy ásperamente, la mano puesta en la guarnición de la espada y haciendo arrastrar a lo bravo la rodajilla, no hubo ninguno que osara menearse. No sé de qué suerte; pero todos conocen mi hazaña con los moriscos.
No así con otros; había declarado la guerra a las palomas y a las gallinas, se entretenía en atormentar los insectos que caían en sus manos, y de ellas no escapaban con vida ni mayales ni mariposas. El gato, un gato regalón, muy querido de todos en la casa, huía del niño como del agua fría. Sólo Leal, el terranova pacífico y bonachón, el favorito de don Carlos, le sufría paciente y resignado.
D. Leandro, por su parte, sacando del bolsillo la flauta hecha pedazos, y uniéndolos después con esmero, y templándola con pausa, principiaba a atormentar a Rossini y Mercadante, aunque más tímidamente y confesando su indignidad. Los chicos se reunían en torno de uno o de otro, según sus aficiones; pero los más preferían los ejercicios gimnásticos del capellán.
El dolor no concluye sino en la muerte: sólo la muerte burla a la fuerza creedora que goza en engendrar para atormentar después a su infeliz progenitura. No le entiendo a usted murmuró Lucía ; pero tengo miedo . Y su cuerpo temblaba todo como los mimbrales. Artegui no contestó palabra: mas una voz grave y poderosa, retumbando en los cielos, se unió de pronto al extraño dúo.
Tiene usted gusto en atormentar a los que le estiman... y miente usted... Nada es más cierto, se lo juro. Ya le he dicho en otra ocasión, y no hace mucho tiempo, que me sentía atraído, no por la idea de ser alguien, que me parecía sin sentido práctico, pero sí por el deseo de producir algo, única excusa, a mi juicio, de nuestra mísera existencia. Lo dije y traté de realizarlo.
Como quiera que ello sea, no nos atrevemos a creer que Goethe, aunque no por medios tan sanguinarios, se complaciese en causar dolores, en excitar sentimientos tiernos y fervorosos y en pagarlos mal luego, en atormentar a algunas mujeres sencillas y enamoradas, y en otras lindezas del mismo orden, a fin de estudiar bien en la naturaleza los infortunios, las angustias, la desesperación y hasta la muerte por corazón destrozado, que luego había de describir en sus más simpáticas heroínas.
29 Así que, luego se apartaron de él los que le habían de atormentar; y aun el tribuno también tuvo temor, entendido que era romano, por haberle atado. 30 Y al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por qué era acusado de los judíos, le soltó de las prisiones, y mandó venir a los príncipes de los sacerdotes, y a todo su concilio; y sacando a Pablo, le presentó delante de ellos.
Palabra del Dia
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