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Su padre se sonrió y le dijo: El teléfono sirve para todos los idiomas, Lita. Además, miss Mary sabe hablar español como yo y como . Habla inglés con los chicos para que lo aprendan.

A los chicos nos parecía una pretensión ridicula el que don Hilario quisiera dar importancia a las cosas de tierra adentro. En vez de hablarnos del Cabo de Buena Esperanza o del Banco de Terranova, nos hablaba de las viñas de Haro, de los trigos de Medina del Campo. Nosotros le temíamos y le despreciábamos al mismo tiempo.

Creía Paco que así hablaba la filosofía de última novedad, que él estimaba excelente para tales aplicaciones, aunque, como buen conservador, no la quería en las Universidades. «¿Por qué? Porque el saber esas cosas no es para chicos».

Y a mucha honra... Agradecidísimo, señora; pero créame la señora, se lo digo con la mano puesta en el corazón: más me convendría ropa de niños que ropa de hombre, porque no me importa estar desnudo con tal que mis chicos estén vestidos.

Esperando la llegada de la gente, me senté en una silla metálica de las que dividen el paseo, y me puse a contemplar con ojos distraídos el juego de los chicos. Detrás de estaban sentadas dos niñas de once a doce años de edad, cuyos perfiles lo único que veía de ellas eran de una corrección y pureza encantadoras.

Los chicos que antes tuvo el buñolero de dependientes, cual más, cual menos, todos le robaron; Pepe Maldonadas fue de fidelidad intachable.

Salomón tuvo una curiosidad y quiso que Abaris con el mayor sigilo la satisficiese. ¿Hay algo de verdad, le dijo, en lo que afirmas de que eres padre de Echeloría y de Mutileder? En mi vida estuve en Iberia, contestó riendo Abaris. Confiesa que mi remedio ha sido ingenioso y eficaz. Sin él no se hubieran curado los chicos y hubieran sido capaces de morirse.

Un pueblo de 300 indios de trabajo podrá tener 1.200 almas entre chicos y grandes, con que, teniendo presente que desde cinco años para arriba todos trabajan lo que pueden, y que los muchachos y muchachas no tienen días libres, se podrá regular en 800 trabajadores que emplean la mitad del año en beneficio de la comunidad; repartiendo entre ellos los 8.000 pesos de gastos precisos, toca a cada uno 10 pesos.

Aquellos chicos, como seguía llamándolos Ripamilán, también expedicionario a pesar de los años, aquellos chicos que tenían en la quinta de Vegallana los mejores recuerdos de sus juegos alegres, se despedían con pesar de aquel rincón de sus primaveras y sus otoños. Querían saborear hasta la última gota de alegría loca en la libertad del campo, en las confidencias secretas y picantes del bosque.

Muchas veces, cuando en el verano iba la cuadrilla de una provincia a otra y Gallardo se trasladaba al vagón de segunda en que viajaban los «chicos», montaba en éste algún cura rural o una pareja de frailes. Los banderilleros dábanse con el codo y guiñaban un ojo mirando al Nacional, que parecía más grave y solemne ante el enemigo.