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No, señor, está bastante malita, según dice el cochero de Mudela.... ¡Claro! como esos chicos no entienden, la han hartado de agua.... D. Julián se levantó presa de violenta agitación, y sin decir palabra salió de la estancia seguido de Remigio. Castro y Ramoncito cambiaron otra vez una mirada y una sonrisa. Esperancita las sorprendió y se puso colorada. ¡Qué a pecho toma papá estas cosas!

Algunos, viéndole de lejos, solían volver los pasos atrás y dar un rodeo para ir al río ó á la fuente. ¡Eh! ¡eh! mozos gritó desde su silla al grupo de jóvenes que se hallaba enfrente al lado de la tapia de la pomarada. ¿Á que os huele la cabeza hoy á roble ó á espino? Los chicos, entre los cuales se hallaban Quino, Celso y Bartolo, le dirigieron una mirada de soslayo y no se dignaron contestar.

Maltrana, conocedor de las costumbres del presidio, imaginábase en qué lugar indeclarable podría guardar el valentón esta arma, que era como el cetro de su amenazadora majestad. Siéntese un poquiyo, don Isidro, y descanse... , dale un asiento ar cabayero... Les estaba proponiendo a estos chicos un negosio; un modo seguro de haserse ricos.

Si ese bribón te coge por su cuenta, te saca más de lo que valen todos los chicos de la Inclusa juntos con sus padres respectivos. ¿Qué pensabas ofrecerle? ¿Diez mil reales? Pues me los das, y si lo saco por menos, la diferencia es para mi obra».

Al poco tiempo la miseria comenzó a roer la piel delicada de la niña. Viéndola rascarse, Concha se enfurecía, la apellidaba sucia, piojosa y la arrojaba a empellones de la estancia. Todavía más. La microscópica doncella, con anuencia de su ama, le obligaba a ponerse zapatos antiguos que le estaban chicos y que le producían llagas y vivos dolores.

Divertido era este espectáculo, sobre todo cuando restallaban los airosos surtidores de las mangas de riego, y los chicos se lanzaban a la faena, armados con tremendas escobas.

Las madres regañaban a los chicos porque sonaban sus pitos y sus panderetas, como temerosas de que a la hora precisa unos y otras se les quedaran mudos. Ofrecí mi brazo a la anciana. No, me contestó ¡voy mejor sola! Dáselo a la señorita.... Angelina no le rehusó, pero comprendí que le aceptaba por compromiso.

También a ... pero después que pasa la reconciliación respondió Pepa, cambiando miradas risueñas con Cobo Ramírez y Pinedo. ¡De qué buena gana me reconciliaría yo con usted, Mariana, del mismo modo que esos chicos! dijo en voz muy baja el almibarado general Patiño, aprovechando el momento en que la esposa de Calderón se inclinó para hurgar el fuego con un hierro niquelado.

Mi capitán y yo fuimos a ver varias veces a Hortensia para que convenciese a su marido. Ella prometió insistir hasta conseguir su asentimiento. Amigo, los chicos guapos tenéis esas ventajas me dijo don Ciriaco, con su tono zumbón : las mujeres están de vuestra parte. Os ayudan, os protegen, creen que sabéis mucho de marinería.