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22 maravillas en la tierra de Cam, temerosas cosas sobre el mar Bermejo. 23 Y trató de destruirlos, a no haberse puesto Moisés su escogido al portillo delante de él, a fin de apartar su ira, para que no los destruyese. 24 Y aborrecieron la tierra deseable; no creyeron a su palabra; 25 antes murmuraron en sus tiendas, y no oyeron la voz del SE

Frasquito y Gregorio le contuvieron. Las mujeres, temerosas, procuraron calmarle. Todo había sido broma. Parecía mentira que tomase en serio las simplezas de Isabel.

El Papa Sisto IV despachó entonces un breve en 29 de Enero de 1484 á los reyes de España don Fernando i doña Isabel para ponerles delante de los ojos las muchas quejas que habian llegado á Roma contra los primeros jueces de la Inquisicion nombrados en Sevilla porque perseguian á una multitud de personas en todo católicas, porque les daban tormentos con grande crueldad, porque las declaraban herejes para despues de condenarlas á muerte, apoderarse de sus haciendas; i en fin, porque con tan bárbaro modo de enjuiciar, las gentes huian temerosas á los reinos estraños, buscando la salvacion de las vidas.

Antes de hablar de Guevara como autor dramático, creemos oportuno citar algunos párrafos de aquella obra, en que el autor discurre burlescamente acerca del teatro y de los poetas dramáticos de su tiempo. El diablo cojuelo. Tranco 4.º «A las dos de la noche oyó unas temerosas voces que repetían: ¡fuego, fuego!

Mucho debió de menguar el amor a la monarquía por entonces, pues en pocos años se descubrieron y castigaron temerosas conspiraciones fraguadas por poderosos y nobles.

Mientras estas nubes temerosas se amontonaban sobre su cabeza, el inocente excusador paseaba desde casa a la iglesia y desde la iglesia a casa, su frente pálida, su figura melancólica y resignada. Los ojos, ordinariamente fijos en el suelo, sólo dirigían de vez en cuando miradas tímidas a la gente, como si temiera que por ellos descubrieran el cáncer que roía su corazón.

Las madres regañaban a los chicos porque sonaban sus pitos y sus panderetas, como temerosas de que a la hora precisa unos y otras se les quedaran mudos. Ofrecí mi brazo a la anciana. No, me contestó ¡voy mejor sola! Dáselo a la señorita.... Angelina no le rehusó, pero comprendí que le aceptaba por compromiso.

De allí hacen hazañas espantosas, Asaltos, hurtos, robos y rapiñas, Contra generaciones belicosas, Que estan al rededor circunvecinas. En sus casas estan muy temerosas, Como unas humillisimas gallinas, Con sobrado temor noche y mañana, Temiendo de que venga el Chiriguana.

Mientras duró la comida no dejó de reirse a su costa con aquella ruidosa y cordial alegría que le caracterizaba. ¿Vuestra majestad no quiere un poco de chorizo? decía dirigiéndose a su esposa. Y luego, regocijado por su frase, soltaba una larga y sonora carcajada, como las que debían lanzar los reyes bárbaros en sus festines, sacudiendo su enorme tórax con temerosas convulsiones.

Por absurdo que el aviso debiera parecer, reprodujo en Antonio Pérez una de aquellas crisis temerosas alimentadas por la suspicacia del carácter.