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Una carcajada del príncipe despertó con sobresalto al coronel, que, como buen madrugador, se había adormecido en su asiento. Luego, al notar que Su Alteza no se fijaba en él, se deslizó fuera del hall, como si le atrajese algo más importante que aquella conversación de los dos amigos, que parecían ignorar su presencia.

Elena se inclinó al oído de Clara para decirle muy bajo: ¿No te he dicho yo que era un lobo? ¡Mira qué pronto le ha conocido Tristán! Clara llevó el pañuelo a la boca para no soltar la carcajada. No tanto, Tristán, no tanto replicó Reynoso . Existe mucho egoísmo en el mundo, pero existe también mucho amor. Los hombres amamos más de lo que pensamos.

Se celebró mucho la ocurrencia por todos los presentes, incluso Maravillas, que por aquella vez no usó la sonrisita a que le obligaba de continuo su papel de librepensador propagandista; por todos, menos por Leto, que se quedó mirando de hito en hito al fiscal... hasta que de pronto soltó una carcajada. ¡Carape! exclamó enseguida , que está de molde el apodo.

Maltrana prorrumpió en una carcajada al oír el nombre del «santo». El día anterior, al dejar los grabados en la casa, se los había enseñado, quedando el devoto perplejo largo rato en su contemplación. Yo dijo desconfío siempre de los señores que tienen mucha fama.

Pero de repente se serenó y soltó una carcajada insensata. ¡Vamos, señor! dijo he perdido el tino; en vez de venirme á mi casa, me he venido á otra puerta. Y siguió el corredor adelante. Pero á medida que adelantaba se convencía de que estaba en el corredor de su vivienda. Entonces volvió á sobrecogerle el terror, y se volvió atrás, y volvió á llamar, pero de una manera desesperada.

¡Eso sería matarme, niña mía! ¿Sabes por qué me pongo enfermo? por no poder besar esos ojos que me asesinan. ¡Jesús! exclamó Venturita soltando la carcajada. ¡Qué fuerte te da! ¡Siento no poder curarte! ¿Permitirás que me muera? Si. ¡Gracias! Déjame besar tus cabellos entonces... No. Tus manos. Tampoco. Déjame besar cualquier cosa tuya... ¡Mira que me haces mucho daño!

Y después me encontré en mi cuarto, adonde Roberto me había llevado. ¿Cómo describir mi espanto cuando reconocí en el espejo mi cara descompuesta, cubierta por el sudor de la angustia, la carcajada que solté, el horror que me causó mi propia risa, mientras que, desfalleciente, oía resonar en mis oídos el deseo, repetido por todas partes por mil voces celosas que se reían burlonamente y cuchicheaban: «¡Oh, si ella muriera

Pero se marchó y el buen tío, sin voluntad, que se arrastraba siempre a tres pasos detrás de ella, la siguió. En mi triunfo solté una gran carcajada. Pero también, ¿qué venís a hacer, almas codiciosas, en el templo del dolor? ¡Atrás! Vino la noche. Una banda roja, último vestigio del sol poniente, se extendía sobre la ciudad cuyas torres puntiagudas se destacaban negras en el cielo de fuego.

Le quiero respondió María ; si no fuera por él, no ponía aquí los pies, por no encontrarme con ese demonio de Romo, que tiene un aguijón en la lengua, como las avispas en la parte de atrás. ¿Y Ramón Pérez? preguntó con chuscada la tía María, como para convencer a don Modesto de que su protegido podía archivar sus esperanzas. Marisalada soltó una carcajada.

Corrió por todo mi cuerpo un estremecimiento de placer, y en los primeros momentos no supe mas que ponerme rojo de alegría y sonreír estúpidamente frente a Paca, quien a su vez soltó la carcajada. ¡Madre mía del Rosío, y cuánto me alegraría que su mersé y mi señorita... ¡Vamo! exclamó juntando con un gesto expresivo los dos índices.