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Actualizado: 2 de mayo de 2025


No era cosa de comer de fijo, porque había probado de cien golosinas y hasta algo de la comida del Marqués por chanza. Visitación y Mesía, más tranquilos, conversaban al balcón, apoyados en el hierro frío del antepecho. «No volverían la cara; estaba ella segura». Entre estos camaradas, jamás se falta a ciertos pactos tácitos. El Marquesito soltó una carcajada. ¿De qué te ríes? dijo Obdulia.

Las hermanitas soltaron la carcajada. ¡Ay, qué hermana! ¡Siempre de tan buen humor! exclamó la superiora. , madre; me he casado hase un mes y tres días con este buen moso que ustedes ven delante... No tiene más que un defecto añadió, poniéndose triste , y es que es gallego... Pero no lo parese, ¿verdad?

Siguió embromándole con empeño, charlando y riendo mucho más que de costumbre. Manolo se defendía suavemente, sin dejar por eso de observar con atención aquellas aciagas señales que su rostro ofrecía. Al fin no pudo contenerse y cambiando de tono exclamó: ¡ has tenido un fuerte disgusto hoy, Soledad! La joven soltó una carcajada.

Hacía tiempo que la pequeña redoblaba la risa, y su carcajada melodiosa, repentina y breve, era sólo comparable a gorjeo de pájaro.

»He soñado esta noche nos dijo que yo era gran señor y primer ministro. »¿En qué reino? le interrogué yo. »Mi sueño no me lo ha dicho. »¿Y qué puesto me daba usted en ese sueño? »Usted, señora... era reina. »¿Y Teobaldo? »¡Confesor del rey! »A esta broma imprevista lancé una carcajada, y mi alegría excitó la de Carlos.

Lanzó el anciano horrible carcajada y con temblona voz, como un lamento, "También yo un día dijo crucé el mundo llagado por terribles sufrimientos.... Pero hallé al fin la fuente deseada. Sigue esa senda continuó el buen viejo y al llegar de aquel monte, a lo más alto, verás cumplido, ¡oh, joven! tu deseo."

Fernanda sonreía clavándole una mirada, cariñosa; el mismo D. Pedro dulcificaba sus ojos, altivos, feroces y dejaba escapar de su garganta un amago de carcajada. ¡Qué esfuerzo prodigioso le costaba al conde aparecer sereno en estos, momentos! Le parecía que tenía un abismo abierto a sus pies.

La Sanguijuelera, echando la cabeza fuera de la puerta, la despedía con una carcajada que produjo siniestros ecos de hilaridad en toda la calle.

Figúrense ustedes, señores manifestó con su característico acento gallego, que allí a las vacas les atan el rabo con una cuerda, ¿saben? y lo tienen suspendido para que cuando les da la gana de proveerse lo puedan hacer sin ensuciárselo. Esta noticia, rigorosamente exacta, hace soltar la carcajada a los presentes.

No hagas caso, Magdalena me respondió, soltando una carcajada, que me pareció nerviosa, es mi cara de hacer conquistas... ¡Su cara de hacer conquistas!... ¡Qué broma!... 25 de febrero.

Palabra del Dia

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