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Actualizado: 2 de mayo de 2025


¡Ya lo creo! ¡hay de qué! ¿Y qué es lo que aquélla le responde? Le responde... le responde... ¡chito! concluyó Marianita. Al decir esto las dos rompieron en una carcajada, y como la campana anunciara el almuerzo, se alejaron en dirección al comedor.

Sin vuestro auxilio y el de vuestros amigos habría yo perdido la cabeza y sabe Dios qué suerte hubiera cabido á mi pobre Tita.... No creo que aquellos energúmenos se hubieran propasado á tal extremo, dijo el joven algo sorprendido. ¡Ah, diavolo! exclamó el otro soltando la carcajada, no hablo de mi cabeza sino de la que llevo aquí bajo el brazo.

¡Esas son frases, Melchor, y nada más! Porque , como nadie, sabes que la desgracia se ha cebado en . Al oír esto, Melchor prorrumpió en una carcajada, diciendo al subrayar cada sílaba: ...Que la desgracia se ha cebado en ti... ¡esto es divino!... Ríe todo lo que quieras... eso es muy cómodo.

Lo que no remediará nada, porque dices no desde que te conozco y desde que conozco a Julia quiere ser tu mujer. Al oír esta última frase hizo un movimiento y un gesto de verdadero terror; después lanzó una carcajada que hubiera dejado muerta a Julia si hubiese podido escucharla.

Se queda con el chico y le emborracha. Le mando otro, y lo mismo. ¡Ha habido veces en que se han reunido los cinco niños en la taberna! «¡No falta ahora más que la cocineradice el sinvergüenza... porque es así como me llama. Paca no pudo reprimir una carcajada.

Si se me escapa una palabra al uso de esa tierra, al instante sueltan la carcajada y la repiten todas á un tiempo y en muchos días no me llaman por otro nombre. Sobre todo se burlan de mis manos porque son grandes y duras, y cuando me las tocan se ponen á gritar como si se pincharan. No sabe, madre, la broma que gastan estas niñas con mis pobres manos.

La cara de beatitud que puso Villa al escuchar esta afirmación en mi boca, por poco me hace soltar la carcajada.

Las chicas comenzaron a gritar: "¡queremos verlo! ¡queremos verlo!" ¿Sabes lo que hizo entonces? Pues lo fué enseñando con la mano puesta encima, dejando sólo ver el pecho y la cabeza. ¡Chica, qué gracia tiene eso! exclamó Pacita soltando la carcajada.

Soltó la otra sonora carcajada, y llevándose la mano al pecho, quería arreglar el desorden que la mano inquieta de su compañero de vivienda había causado en aquella parte interesantísima de su persona. Tan torpe salía del sueño alcohólico, que no acertaba a poner cada cosa en su sitio, ni a cubrir las que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubran. «Jai, me has arregistrao.

Al oir aquellos detalles el acusado se mordió los labios para disimular una sonrisa y varios religiosos se miraron de soslayo; otros tosieron á fin de no soltar la carcajada.

Palabra del Dia

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