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Actualizado: 27 de septiembre de 2024
No es eso todo lo que tengo que decirle, y perdóneme usted si empiezo el año con tristes noticias. El duque se incorporó de un salto. ¿Qué pasa, pues? ¡Me da usted miedo! La señora duquesa me inquieta desde hace algunos meses. ¡Ah!... Efectivamente, doctor, usted abusa de los malos augurios. La duquesa, gracias a Dios, está perfectamente. ¡Ya quisiera estar yo como ella!...
Arrebola sol de gloria el tierno abrazo y el alma se alegra al ver que jamás se ha de romper ese sacrosanto lazo. La imaginación inquieta, al contemplar tal unión, enciende la inspiración en la mente del poeta. Noble, reta al bardo, que acude al duelo y al herir la egregia lira copia, a la luz que le inspira, cantares que oyó en el cielo.
Entonces tomé la cuesta muy corriendo; y por esa me ves algo agitada. ¿Te he hecho esperar, papá?... No, hija; esperar, precisamente esperar... no. Mientras Bermúdez respondía así, con aspecto y ademanes de extrañeza, Nieves, inquieta y nerviosa, le miraba... le miraba... como codiciando algo que no se atreviera a pedirle. ¿Me dejas darte un beso? le preguntó al fin.
Almorzaron en el palacio, y gracias á esta circunstancia hubo conversación en la mesa. Poco después de tomar el café, Matilde rogó que sacasen los caballos de la cuadra, pues había dejado á los pequeños con la criada y estaba inquieta.
El chico rompió a llorar otra vez, y la madre parecía tan inquieta como él. «Amigo Ballester... ¿sabe usted que me parece que me quedo sin leche?... Mi hijo chupa, chupa y no saca...». No asustarse. Es accidental. Procure usted dormir... A ver: ¿Maxi le ha dicho a usted alguna tontería? Tontería no... verdades... Porque las grandes verdades las dicen los niños y los locos.
¿Por qué me miras y te sonríes de ese modo? le preguntó Ester toda inquieta al ver la expresión de sus ojos. ¿Eres acaso como el Hombre Negro que recorre las selvas que nos rodean? ¿Me has inducido á aceptar un pacto que dará por resultado la perdición de mi alma? No la de tu alma, respondió el médico con otra sonrisa. ¡No; no la de tu alma!
»Entonces se despeja su frente y contesta al punto: » Si, sí: es precisa esa partida. »Hoy mismo lo repetía, aun sabiendo que debo marchar mañana. »Sin embargo, he observado que a su padre le inquieta la proximidad del momento de mi marcha. »Esta tarde, al separarme de Magdalena, me ha seguido y, llamándome aparte, me ha dicho: » Amaury, mañana partes.
Rió forzadamente, dirigiendo una mirada inquieta a Calderón. Si insistía, aquella pánfila era capaz de repetir en voz alta la atrevida frase que acababa de decirle. Por supuesto siguió Pepa que yo me meto lo menos posible en sus reyertas. Ni voy apenas por su casa. ¡Uf! ¡Me crispa el hacer el papel de suegra!
Había llegado por fin el día de satisfacer su anhelo. Dentro de una hora estaría en aquel coro misterioso que tanto le había hecho soñar, y cruzaría con su flotante túnica al través de los rayos tibios de luz de las altas claraboyas. Sentía impaciencia por que el momento llegase. Estaba nerviosa, inquieta, pero risueña. Nunca se encontró más satisfecha de sí misma.
Parecía ahora más lleno de zozobra y más extenuado que cuando lo describimos en la escena de la pública ignominia de Ester; y bien sea por lo quebrantado de su salud, ó por otra causa cualquiera, sus grandes ojos negros revelaban un mundo de dolor en la expresión inquieta y melancólica de sus miradas. Hay mucha verdad en lo que esta mujer dice, comenzó el Sr.
Palabra del Dia
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