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Se asegura que la gran mezquita de Córdoba era objeto entre los Arabes de Occidente y de la costa de Africa de una veneracion igual á la que profesaban los Orientales á su Meka, y los historiadores afirman que aun despues de haber caído en manos de los Castellanos y de quedar convertida en templo católico, siguieron aquellos dirigiendo á ella sus peregrinaciones.

Y aun desde la almohada siguió dirigiendo a su hija, con sus grandes ojos vidriados, la misma fija y aterradora mirada. ¡Madre de mi alma! gritó la niña abrazándose inmediatamente a ella . ¡No me mires así, por Dios!... ¡Mamita mía, no me mires así! ¡Ay, no me mires así!... ¡Ay por Dios, que me das miedo!... ¡Mamita, mamita!... ¡Ay, Dios mío! ¿Qué es esto?

Bien: ya me lo dijo usted el otro día, respondió Coletilla dirigiendo miradas recelosas á Clara y á Pascuala. ¿Y no me manda usted nada? Nada más sino que me deje usted en paz. ¿No va usted á la procesión? Está muy lucida. No estoy para procesiones. ¿Le gusta á usted saber lo que pasa en las casas de los realistas? añadió el anciano con el acento amargo y receloso propio de su carácter.

Es verdad, señora; yo comprendo lo que usted quiere decir observó Lázaro, admirado de tanta sabiduría. Pues yo voy á decir á usted una cosa que le sorprenderá mucho, Lázaro dijo Paulita, dirigiendo hacia el joven toda la melancolía y el suave interés de su mirada. Voy á decirle á usted una cosa que le sorprenderá sobremanera: yo soy rica. Efectivamente, Lázaro se quedó absorto.

Mucho puede hacer un soberano, un hombre de genio, y, si no de genio de buena intención, al frente de un pueblo y dirigiendo sus destinos; mas para esto es menester que el pueblo se preste, le ayude y tenga conciencia de lo que puede y vale.

Había vivido algún tiempo en Francia, dirigiendo un gran establecimiento de ropa blanca, y tenía hábitos independientes y mucho tino mercantil. La segunda, Olimpia, había estado asistiendo al Conservatorio siete años seguidos, y obtenido muchos premios de piano.

En aquel momento, Roberto, que se levanta a las siete y trabaja antes de almorzar, entró en el comedor, y, dirigiendo una mirada a su esposa, acarició suavemente su mejilla, algo más encendida que de costumbre. ¿Qué ocurre, querida mía? le preguntó. Le disgusta que yo no haga nada y que tenga el pelo rojo dije como ofendido. ¡Oh! En cuanto a lo del pelo no es culpa suya admitió Rosa.

Perrro, señorr, ¿qué se quema?... ¡Si esto parrrece cosa de magia! pensaba el tío Frasquito, en camisa, en mitad del aposento, con los brazos cruzados, el cuello tendido, y dirigiendo a los cuatro ángulos sus narices dilatadas y sus ojos muy abiertos.

Pero dirigiendo alternativamente nuestras miradas del Guadalquivir al Tigris, de la magestuosa Córdoba á la risueña Bagdad, advertimos en los dos colosos genio idéntico y temperamentos diversos.

¡Basta ya! exclamó Fray Diego. Lejos de defenderse el culpado confiesa y agrava su falta con sus livianas palabras. Sólo me resta imponerle el condigno castigo. Al decir esto dejó el abad su asiento y todos los monjes le imitaron, dirigiendo temerosas miradas al irritado semblante de su superior.