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Actualizado: 9 de julio de 2025
Lo que oyes: siento mucho decírtelo, perrro es muy cierrrto... Está déclassée, hijo, déclassée por completo. Todo Madrid le ha dado de lado, y sólo se trata con mi sobrina Villasis, ¡otra que tal!... Perrro siquierrra esta es mujerr de arranque, y gasta y hace ruido... ¿Pero qué es lo que hace Elvira?...
Quedóse Jacobo mudo y pensativo por un momento, y el tío Frasquito, reventando de curiosidad, se apresuró a añadir muy atento y oficioso: Perrro si quierrres noticias cierrtas, yo conozco a una persona que puede dármelas. ¿Quién?... El padre Cifuentes. ¡Hombre!... ¿Conoces tú al padre Cifuentes?... ¡Ya lo crreo!
París entero correría a postrarse ante aquel exótico zapato y él sería entonces el sumo sacerdote que mostrase la reliquia a la turba de noveleros. Y como si Jacobo leyese en su frente aquel deseo, y desde las alturas de la columna de honor en que el viejo le colocaba se dignase realizarlo, le dijo de pronto: Tío Frasquito..., hazme un favor... ¿Qué?... Guárdate eso... ¡Perrro, hombre!...
Días antes había pagado doscientos francos por un sello antiguo de cera de Yacoub Almanzor, que ostentaba en letras árabes esta hermosa leyenda: «Que Dios juzgue a Yacoub, como Yacoub haya juzgado». La corrrona esta es de Italia: corrrona rreal sobre la cruz de Saboya prosiguió el tío Frasquito . Uno idéntico tengo de Víctor Manuel, perrro estos otros no los conozco...
Sí, porr cierrto... Pues lo que yo quiero exigir de él es que obligue a Elvira a acceder a mis pretensiones. ¿Perrro cuáles son tus pretensiones, Jacobito? preguntó el tío Frasquito muy alarmado. Una muy sencilla y muy cristiana... Reunirme con mi mujer y olvidar todo lo pasado.
El tío Frasquito hizo una mueca de disgusto, como si viera trocar a Malek-Adhel el blanco turbante por el sombrero de copa alta, o le hicieran saltar de una página de Madame Cottin a otra de la Guía de forasteros. ¿Elvirrra? contestó . Pues no sé, perrro debe de estar en Biarrriz... Ayerrr dijo la López Morrreno que la había visto.
Y rabiosillo y enfurruñado de que la leyenda de Malek-Adhel tuviera el ramplón desenlace de cualquiera comedia moratinesca, dejóse llevar de su espíritu de chismografía hermafrodita, diciendo: Perrro ¿has meditado bien tus pretensiones? Je parecen acaso imposibles?... Hombrre, imposibles no... ¿Perrro sabes tú la vida que Elvirrra hace? Justamente iba a preguntártelo.
¡Sí, sí!... Llévatelo y que no lo vea más... Para mí es un recuerdo triste, y para ti es un bibelot curioso, que puedes colocar encima de tu mesa... Perrro, Jacobito, hijo..., no sé si debo... Sí debes, hombre, sí debes... Ahí llevas la zapatilla de Ceneréntola; el día en que encuentres una mujer que pueda calzársela, ese día me la devuelves.
El tío Frasquito asomó tímidamente la cabeza, diciendo: Jacobo, Jacobito..., dispensa... Me parrrece lo mejor que no digas nada de aquello... ¿Y qué es aquello? Pues hombre, aquello... Lo del gorrro, lo del incendio. ¡Ah, ya!, ni siquiera me acordaba. ¡Pues clarrro está! Es una tonterrría... Perrro ya tú ves; ¡la gente es tan necia!... Se rríe de todo y lo pone a uno en rridículo...
Perrro, señorr, ¿qué se quema?... ¡Si esto parrrece cosa de magia! pensaba el tío Frasquito, en camisa, en mitad del aposento, con los brazos cruzados, el cuello tendido, y dirigiendo a los cuatro ángulos sus narices dilatadas y sus ojos muy abiertos.
Palabra del Dia
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