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Yo me tengo por hombre de recursos, pero me reconozco enteramente incapaz de dar á usted doscientos mil francos de rentas ó de quitárselos á la señorita Laroque. Entonces, señor, déme un consejo. Tengo más confianza en usted, que en mismo, pues conozco que el infortunio expuesto siempre á la sospecha, ha podido irritarme hasta el exceso las susceptibilidades de mi honor. Hable.

Su porvenir estaba en el teatro. Iba a hacer la vida alegre y tarifada en esta América, de la que le habían dicho maravillas, pero por escaso tiempo y con pretensiones modestas. Sólo aspiraba a reunir cincuenta mil francos. Con esta cantidad y su aspecto, que no era del todo malo, pensaba abrirse paso en París.

Plaza de bastante animación comercial, se distingue por su aspecto de elegancia y gusto, y su posición le procura hermosísimas vistas sobre los Pirineos, el valle de Loyola y el Océano. Allí los pasaportes salen á luz y reciben una nota que le cuesta cinco francos al viajero, sin perjuicio de registros y derechos al pasar la frontera.

Poca cosa. Algo así como ocho mil francos. Un modisto de la rue de la Paix empezaba á faltarle al respeto por esta deuda, que sólo databa de tres años, amenazándola con una reclamación judicial.

, al fin esta linda joven se casa, se casa con el barón Julio Grèbe, hijo de un acaudalado banquero de París. Julio es ya heredero por línea directa de una docena de millones de francos, y espera suceder a su tío en igual suma redonda.

Gracias a su carácter bondadoso, alegre y simpático, más que a su aplicación, terminó el joven marqués de Peñalta la carrera. En el colegio todo el mundo le quería, lo mismo alumnos que profesores. Era uno de esos muchachos francos y entrañables con los cuales es difícil reñir, y que todos buscamos para depositar alguna misteriosa confidencia del corazón en los amargos trances de la vida.

Usted que tiene talento, señor, debe comprender bien todo esto. Entretanto... ¡Bueno! mi querida Luisa... qué quiere usted... no puedo darle cien mil francos... pero tomaré su comida... Me dejará solo, ¿no es así? , señor Máximo. ¡Ah! gracias, señor. Le doy muchas gracias. ¡Tiene usted buen corazón! Y buen apetito, también, Luisa.

Cuando vio que Germana estaba irremisiblemente condenada, tuvo miedo de que muriese demasiado pronto y se interesó por su vida. Algunas veces ella misma conducía al conde a la calle de Poitiers y le esperaba en su coche. La duquesa había comprendido que no podía casar a su hija en aquel zaquizamí y alquiló por mil francos mensuales un bonito departamento amueblado en una casa próxima.

Creo que sería fácil encontrar un mozo inteligente que interpretase a su manera las órdenes del médico. Se le darían sus mil francos de renta, y los herederos... Heredarían. Comprendo perfectamente. Pero, ¡es tan difícil la elección! ¿Y si tropezásemos con un hombre honrado? ¿Es que los hay? Le Tas, calumnias al género humano.

Delille se ponía colorado y los amigos se marchaban haciendo furiosas protestas de honradez literaria. En seguida la señora le colocaba las cuartillas delante. Ahora, querido poeta, a ganar el tiempo perdido. Si he trabajado mientras no estabas en casa. No importa. sabes que cada línea nos vale cinco francos aproximadamente. Es preciso hacer versos, hasta veinte duros, antes de almorzar.