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Es difícil que una fortuna que ascendía á cinco millones, no nos deje al menos este sobrante. Mi intención es tomar para diez mil francos y marchar á buscar fortuna en los Estados Unidos, abandonando el resto á mi hermana. ¡Basta de escribir por esta noche! ¡Triste ocupación es traer á la memoria tales recuerdos! Siento, sin embargo, que me han proporcionado un poco de calma.

Nunca se conoce bien uno a mismo y no estaba muy seguro de la cara que pondría ante cincuenta mil francos de renta. Usted ha pulsado mi honor que ¡gracias a Dios! ha respondido bien... ¿El señor de Villanera ofrece el capital o sólo la renta? A elección de usted, señor duque. Yo he elegido la miseria, ya lo ha visto usted. ¡Pero cuando yo le decía que la Fortuna era una caprichosa!

Pero ¿cuándo se fué?... ¿En dónde está?... Se fué anteayer, y debe estar en París. ¡Un disparate su viaje! Imagínese, Alteza, que en los últimos días jugó con una suerte magnífica, hasta ganar veinte mil francos. ¡Si hubiese seguido!... Pero no quiso: tenía prisa. Me dió quinientos francos, y los perdí inmediatamente; era muy poco dinero para mi combinación.

Vive más allá de Montmartre continuó Robledo ; está cargado de familia, y voy á ver si prestándole unas docenas de miles de pesos, que aquí resultan cerca de un millón de francos, puede abrirse paso. Quiere mostrarme en su casa los planos de una máquina que ha inventado para arar la tierra. Abandonaron los tres sus asientos y salieron del hall.

Y á pesar de su indiferencia por el dinero, se asombró al saber que se negaban á aceptar doscientos cincuenta mil francos por unas rocas socavadas por las olas y dos docenas de pinos moribundos. Yo presencié las entrevistas con los viejos.

Uno de los titulados «generales», un indio, se ha fortificado en el territorio de mis minas y desde allí desafía á los gobernantes de la capital. Me dicen que todos los meses saca medio millón de francos en barras de plata.

El Louvre dió por ella ciento sesenta mil napoleones, ó sean ochocientos mil francos.

No sin trabajo le pude decidir a hacerlo; le era muy sensible deshacerse de los bienes de su madre, pero se imponía aquella venta. Debía cerca de doscientos mil francos, y los intereses de esta deuda hubieran absorbido bien pronto el resto de su fortuna.

Y es que no me arriesgo, tengo miedo, y no aprovecho las buenas series como deben aprovecharse, doblando, siempre doblando. Temo que un golpe se lo lleve todo. ¡Si tuviese capital para trabajar!... ¡Si entrase en el Casino una tarde con ciento cincuenta ó doscientos mil francos!... Así hay que ir para dominar á la suerte.

Regnier de Maligny, en su «Manual del comediante», dice que éstos necesitan conocer los tipos reales y estudiar principalmente: «En «el campo», la voz, los ademanes, sencillos y francos, de los campesinos. En «las iglesias», á los verdaderos y á los falsos devotos. En «las audiencias», á los abogados, á los fiscales y á los jueces.