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Actualizado: 18 de septiembre de 2024
Cada ferrado de terreno gallego está siempre en pleito con uno de los ferrados de terrenos vecinos. El solo hecho de la entrada a una finca que, muchas veces, se encuentra rodeada de veinte o treinta, suele ser un semillero de cuestiones, y, mientras se arruina el campesino, el abogado engorda. Bien es verdad que los campesinos son también un poco abogados.
Los sobresalientes y premios del colegio de Alcira continuaban en Valencia, y además, don Ramón y su esposa se enteraban por los periódicos de los triunfos alcanzados por su hijo en la «Juventud jurídico escolar», una reunión nocturna en un aula de la Universidad, donde los futuros abogados se soltaban a hablar discutiendo temas tan originales como si la «Revolución Francesa había sido buena o mala», o «el socialismo, comparado con el cristianismo».
Mire usted dijo el tercero, en mi familia nadie ha estudiado, porque las gentes de la sangre azul no han de ser médicos ni abogados, ni han de trabajar como la canalla... Si me quiere usted decir que don Fulano se granjeó un grande empleo por su ciencia y su saber, ¡buen provecho! ¿quién será él cuando ha estudiado? Yo no quiero degradarme.
Basta echar una visual al semicírculo de la sala: presidente, ministros, capitalistas, abogados y leones, todos están allí; aquello es la feria de las vanidades, en la cual no faltan sus incongruencias de aldea: el vigilante de quepis encasquetado en medio de la sala, la empresa, en en menage, instalada en uno de los mejores palcos del teatro, el humo de los cigarros obscureciendo la sala entera.
El escritorio del muerto era un pesado mueble anticuado, de roble tallado, y al abrir ella el primer cajón y sacar lo que contenía, acerqué dos sillas y me puse a ayudarle, con el fin de hacer un examen metódico y completo. Los papeles eran, en su mayoría, cartas de amigos y correspondencia con abogados y comisionistas de la City, que le hablaban sobre sus diferentes inversiones de dinero.
Todos son abogados aquí, unos con título y otros sin él. Yo no sé si la marrullería gallega es una consecuencia de la subdivisión de la propiedad, o si los gallegos han conseguido que la propiedad se subdividiese gracias a su proverbial marrullería. Lo que sí sé es que ambas cosas se relacionan y se apoyan, dando origen a una tercera: la política.
Y arrastrado por una fatalidad y cual si jugase en el pleito todo su porvenir y el de sus hijos, fué gastando sus economias en pagar abogados, escribanos y procuradores, sin contar con los oficiales y escribientes que explotaban su ignorancia y su situacion.
Los pillos de los abogados se encargarán de eso exclamó con una extraña dureza en su voz, como si no hubiera tenido estimación alguna por sus abogados. No, quiero que usted vele por ella, que se cuide de que ningún hombre la haga su esposa por amor a su dinero, ¿me comprende?
De La Rioja ha salido el doctor Castro Barros, diputado al Congreso de Tucumán y canonista célebre; el general Dávila, que libertó a Copiapó del poder de los españoles en 1817; el general Ocampo, presidente de Charcas; el doctor don Gabriel Ocampo, uno de los abogados más célebres del foro argentino, y un número crecido de abogados del apellido de Ocampo, Dávila y García, que existen hoy desparramados por el territorio chileno, como varios sacerdotes de luces, entre ellos el doctor Gordillo, residente en el Huasco.
Si estaba en Viena, cuando el rey Carlos de los españoles era emperador de Alemania, se ponía un hábito nuevo, y se iba a Viena. Si era su enemigo Fonseca el que mandaba en la junta de abogados y clérigos que tenía el rey para las cosas de América, a su enemigo se iba a ver, y a ponerle pleito al Consejo de Indias.
Palabra del Dia
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