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Cuando el fuego lo caliente, cuando los pequeños ríos que ahora se encuentran diseminados en sus abruptas cuencas, empujados por la fatalidad se reunan en el abismo que los hombres van cavando, contestó Isagani. No, señor Simoun, añadió Basilio tomando un tono de broma.

Melchor y Baldomero les referían la breve historia de aquel hombre desgraciado, especie de «Don Alvaro» del desierto, a quien la fatalidad le había puesto más de una vez en la boca del trabuco o en la punta del cuchillo el corazón de las personas a quienes más quiso en la vida.

Pero acordándose de lo que debía a su esposa, de lo que se debía a mismo, de lo que debía a sus años, y de otra porción de deudas, y sobre todo, por fatalidad de su destino que nunca le había permitido llevar a término natural cierta clase de empresas, era lo cierto que había retrocedido en aquel camino de perdición desde el día en que una tentativa de seducción se le frustó, por fingido pudor de la criada. «No había, en suma, llegado a ser dueño de los encantos de su doncella, pero en aquellos primeros y últimos escarceos amorosos había podido adquirir la convicción de que la Regenta le había regalado a Petra unas ligas que el amante esposo le había regalado a ella».

Pedro Luis de Gálvez cree que , y quizá tenga razón este admirable ingenio, este excelso poeta, odiado, desdeñado, absurdo, fantástico, que rueda por las calles, borracho y triste, al asalto de unas pocas monedas de cobre roído, en este miserable país de la calderilla. Pedro Luis lleva una fatalidad misteriosa sobre su cabeza. No hay poeta que, como Verlaine, esté ungido de la gracia lírica.

La cual pasaba por literata muy docta y de mucha fama en todo el mundo, por haber escrito varios tomos de poesía, y borronado madrigales en todos los álbumes de la humanidad. Cumpliendo cierta misteriosa ley fisionómica, era rubia como todas las poetisas, y obedeciendo a la misma fatalidad, alta y huesuda.

Fué pues esclavo Zadig, y subordinado á su propio criado: atáronlos juntos con un grillete, y en este estado siguiéron á su casa al mercader árabe. En el camino consolaba Zadig á su criado exhortándole á tener paciencia, y haciendo, según acostumbraba, reflexîones sobre las humanas vicisitudes. Bien veo que la fatalidad de mi estrella se ha comunicado á la tuya.

Era un perpetuo estado de guerra ante la muerte; una batalla contra la ciega fatalidad y la barbarie de los hombres, cuyos ecos se apagaban en la misma montaña, llegando apenas á la opulenta Bilbao. El mineral marchaba ría abajo sin que nadie pensase en lo que había costado su arranque del suelo.

Si no hubo más que la oficiosidad y destreza de Antoñona y la debilidad con que D. Luis se comprometió a acudir a la cita, ¿para qué forjar embustes y traer a los dos amantes como arrastrados por la fatalidad a que se vean y hablen a solas con gravísimo peligro de la virtud y entereza de ambos? Nada de eso.

Templos tan inmensos y de tanta significacion para la historia de las artes desea el espectador abarcarlos en conjunto, verlos en toda su estension, admirar de una ojeada toda su grandeza. Cuanto perjudica la impresion total es una verdadera fatalidad para estos monumentos, lo es aunque reuna en las mas brillantes cualidades.

Tenía el rostro obscurecido por un gesto de enfado. «Esto sólo me ocurre á pensaba . Llegar esta noticia precisamente hoy... ¡Y aún hay quien niega los caprichos de la fatalidadAquel día era de tren, y al empezar la tarde llegó el correo, recogido en Fuerte Sarmiento. Torrebianca, con el rostro consternado, fué en busca de su mujer para mostrarle una carta. Lee lo que acabo de recibir.