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Actualizado: 26 de septiembre de 2024


Pero de repente Quevedo hubo de despertar al contacto de una mano que le movía. Abrió los ojos, se los restregó, se desperezó, y... se encontró todavía á obscuras. Salid, don Francisco dijo la voz del alcalde Sarmiento.

Necesario es temer, por ejemplo, que ciudades cuyo nombre fué un glorioso símbolo en América; que tuvieron a Moreno, a Rivadavia, a Sarmiento; que llevaron la iniciativa de una inmortal Revolución; ciudades que hicieron dilatarse por toda la extensión de un continente, como en el armonioso desenvolvimiento de las ondas concéntricas que levanta el golpe de la piedra sobre el agua dormida, la gloria de sus héroes y la palabra de sus tribunos, puedan determinar en Sidón, en Tiro, en Cartago.

La de Ricardo, el esposo de mi amiga, proviene igualmente de su abuelo, el señor Pérez, uno de los primeros registreros de la calle Rivadavia, allá por los tiempos de la presidencia de Sarmiento.

El doctor Sarmiento dice que no tiene remedio; pero que la cosa va larga; vivirá así, tullida, más o menos, pero que eso de sanar, sólo por milagro.... Pero mira, mira, tengo mucha fe en la Santísima Virgen. Entra, Rorró, entra. La pobre Carmen se va a poner tan contenta.

Nuestros gastos habían subido considerablemente; hubo que pagar a una criada, y fué preciso comprar no qué medicinas muy caras que recetó Sarmiento, y vino de suprema clase para la enferma. Andrés, generoso como siempre, acudió en mi auxilio. No te aflijas, me decía, el tenducho da para mucho. ¡Toma! Y puso en mis manos un rollo de pesos.

Si quisiera dinero, habría venido á pedírmelo, y no sería la primera vez... Pero debe haber de por medio algo que no adivino, y que le hace buscar el escándalo, sea como sea. Acababan de ser recogidos los heridos, y la gente los metía en el boliche. Un hombre á caballo salió en busca del médico de Fuerte Sarmiento, que sólo visitaba la Presa dos veces por semana.

Señor alcalde dijo en aquel punto el hombre que guiaba á Quevedo : aquí tiene vuestra merced al preso. ¿Sois vos don Francisco? dijo la voz ronca y tiesa, por decirlo así, del licenciado Sarmiento. Yo soy, á menos que no me equivoque, amigo. Entrad en esa litera. Pónganme junto á ella; pero ya la topo; adentro voy; buenas noches y buen viaje. ¡Si sois vos el que os vais!

Es Salustio, el pintor del Africa y del desierto» . Y en la reticencia de su orgullo, eso quiere decir: «Es Sarmiento el pintor de la América y de la Pampa», o bien: «lo que han de ver en él los argentinos es sólo «un libro pintoresco»; libro inmortal e imaginario, y no la verdadera historia de un caudillo cuya obra real fué tan efímera, y cuya belleza legendaria sobrevive, precisamente, gracias a estas páginas perdurables.

Por lo pronto.... ¡Después, ya veremos!.... Estoy cierto de que te colocará; se lo pediré, y no ha de negármelo. Le recordaré que fué amigo de tu padre. Andrés había hablado ya con el abogado, pero nada obtuvo: promesas, ofrecimientos.... Sólo Castro Pérez podía darme trabajo. El doctor Sarmiento se interesó en favor mío, y prometió a mis tías arreglar el asunto.

Ya, contando con el beneplácito de vuestra majestad, he mandado al alcalde Ruy Pérez Sarmiento que destruya la causa y libre auto de libertad para Quevedo y Girón; el auto de libertad de don Juan está aquí, señor. ¡Ah! ¿Conque está todo hecho? Aún falta algo que hacer. ¿Y qué hace falta? Tan activo ha andado el alcalde Ruy Pérez en este proceso y tan leal, que merece un premio.

Palabra del Dia

jediael

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