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1 Y juntó David en Jerusalén a todos los principales de Israel, los príncipes de las tribus, y los príncipes de las cuadrillas, que servían al rey; y los tribunos y centuriones, con los príncipes de toda la hacienda y posesión de David, y sus hijos, con los eunucos, los poderosos, y todos los hombres valientes.

Necesario es temer, por ejemplo, que ciudades cuyo nombre fué un glorioso símbolo en América; que tuvieron a Moreno, a Rivadavia, a Sarmiento; que llevaron la iniciativa de una inmortal Revolución; ciudades que hicieron dilatarse por toda la extensión de un continente, como en el armonioso desenvolvimiento de las ondas concéntricas que levanta el golpe de la piedra sobre el agua dormida, la gloria de sus héroes y la palabra de sus tribunos, puedan determinar en Sidón, en Tiro, en Cartago.

Nunca ha producido la mente humana una obra más idealmente generosa. Todo a cuanto los poetas y los filósofos, los publicistas y los tribunos han aspirado para aumentar la libertad del hombre en sociedad, está allí consignado y amparado por la ley. No hay pena de muerte, y el término mayor de presidio a que los jueces pueden condenar a un criminal es el de ocho años.

De vez en cuando oía don Simón conceder la palabra a un diputado cuyo nombre le era bastante conocido. «Vamos pensaba , ahora irá lo buenoPero tampoco le salía la cuenta, porque se levantaba una figura ruin y mal trajeada, que, con voz de grillo mal emitida, soltaba un aluvión de párrafos enmarañados que nadie se tomaba la molestia de desenredar; o un finchado presuntuoso, que entre período y período de su discurso ponía una eternidad de paseos en corto, estirones de chaleco, montaduras de lente y mares de agua con azúcar; ya un perezoso desaplomado Adán, que parecía sacar las pocas y desmadejadas frases que decía a fuerza de restregarse contra el banco y de tirar de sus bragas hacia arriba; o un mozo encanijado y presumido, que sin ciencia, sin virtudes, sin voz y sin palabra, quería convencer como los sabios y convertir como los justos; ya un osado boquirrubio, cuyo único afán era medir sus fuerzas con las de los padres graves del Parlamento, que se guardaban muy bien de replicarle; ya un viejo atrabiliario, cuyos furores causaban risa y cuyos chistes hacían llorar de compasión; ya una especie de cuáquero mugriento, demagogo impenitente, que vociferaba sobre justicia y amor al prójimo, no en nombre de Dios, a quien negaba, blasfemo, sino de una razón que parecía faltarle a él, ya que no a los que en santa calma le escuchaban.... De todo, en fin, veía y oía, menos lo que era de esperar, dada la reputación de ciertos nombres aceptados por la opinión pública, si no como tribunos de primera fuerza, cuando menos como oradores distinguidos. ¡Qué valdrían cuando don Simón se creía capaz de terciar en un debate con el más guapo de todos ellos!

13 Y salieron Moisés y Eleazar el sacerdote, y todos los príncipes de la congregación, a recibirlos fuera del campamento. 14 Y se enojó Moisés contra los capitanes del ejército, contra los tribunos y centuriones que volvían de la guerra; 15 y les dijo Moisés: ¿Todas las mujeres habéis reservado?

Era aquello un nido, una hechura de políticos, de periodistas, de tribunos, de agitadores, de ministros, y daba gusto ver con cuánto donaire rompían el cascarón los traviesos polluelos.

Javier tosió, y leyó las listas de los personajes de la tragedia, seguida de la retahila de tribunos, lictores, centuriones, patricios, pueblo, esclavos. Después relató la decoración, que era la plaza pública, sitio de confidencias, de citas, de discursos, de secretos, de escándalos, de juicios, de todo. Luego empezó el acto.

Con la audacia que infunden las circunstancias extraordinarias, se lanzaba á pie á través de París, yendo á la Magdalena, á Nuestra Señora ó al lejano Sagrado Corazón, sobre la cumbre de Montmartre. Las fiestas religiosas se animaban con el apasionamiento de las asambleas populares. Los predicadores eran tribunos. El entusiasmo patriótico cortaba á veces con aplausos los sermones.

19 Mas Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía; 20 porque Herodes temía a Juan, conociéndolo varón justo y santo; y le tenía respeto; y escuchándole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana. 21 Y venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su nacimiento, daba una cena a sus príncipes y tribunos, y a los principales de Galilea;

21 Mas apelando Pablo a ser guardado al conocimiento de Augusto, mandé que le guardasen hasta que le enviara a César. Y él dijo: Mañana le oirás. 23 Y al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales varones de la ciudad, por mandato de Festo, fue traído Pablo.